He escuchado muchas veces el eslogan Únete a la Conversación porque pongo el oído en todas partes, con resultados no siempre placenteros. Me invitan a unirme a la conversación, pero de forma irónica, para subrayar mi intrusismo.
—Si tanto le interesa lo que hablamos mi marido y yo, acerque la silla— me espetó hace poco una señora en un restaurante.
En el taller de escritura hablamos mucho de la conversación como materia narrativa, así que envié a toda la clase a escuchar conversaciones. Tenía gente en el tanatorio, en el metro, en el autobús, en diferentes bares y cafeterías, en el mercado, en la consulta del pediatra, en el especialista de la piel… Yo mismo formé parte de una patrulla que recogió conversaciones de museo. No dejamos sector por cubrir en la idea de disponer al menos de un diálogo por situación novelesca. Estuvimos dos semanas transcribiendo las conversaciones grabadas y analizándolas sin hallar nada de interés en ninguna. Resultó que en los tanatorios se hablaba como en los tanatorios, en los autobuses como en los autobuses, en los bares y cafeterías como en los bares y cafeterías, etcétera.
Piensa bien cómo lo haces: en una conversación debes poner toda tu capacidad estratégica, todo tu talento intelectual y práctico, toda tu curiosidad y, a ser posible, toda tu honradez
Esta actividad forma parte de una lección incluida en el capítulo Literatura y Vida, donde tratamos de mostrar que si la literatura reflejara con precisión la realidad sería insoportable. Para realidad ya tenemos la realidad. Se trata, en fin, de alcanzar la conclusión de que la gente no dice nada cuando habla, o dice lo previsible, que viene a ser una forma de no decir nada eficacísima.
La lección, en principio, disgustó a los alumnos.
—¿Significa que la conversación estándar carece de sentido?— preguntaban.
—Claro— respondíamos.
—¿Por qué?— insistían.
—Porque lo congela —revelábamos—, congela el sentido.
Quiere decirse que en la conversación hay que incluir un grado de caos para que del encuentro entre lo predecible y lo inesperado surja algo estimulante, algo que vaya más allá de la constatación de que un quilómetro son mil metros o mil quilos una tonelada. Conviene medir la proporción de caos (o de sentido): si te pasas, reproduces el desastre de la Torre de Babel. Si no llegas, te quedas en Muñoz Seca. Por lo tanto, Únete a la Conversación invita en realidad a introducir un elemento extraño en ella. El elemento extraño a veces eres tú por el hecho mismo de que acabas de llegar. Piensa bien cómo lo haces: en una conversación debes poner toda tu capacidad estratégica, todo tu talento intelectual y práctico, toda tu curiosidad y, a ser posible, toda tu honradez. Se trata de que aprendas algo. Si aprendes algo en todas las conversaciones, serás capaz de enseñar algo en tres o cuatro de cada diez. No es mala proporción.
Volviendo al taller de escritura, la clase resultó finalmente de las más atractivas del año.