Juan Cruz

Victoria Camps: “EL PAÍS fue una bocanada de aire fresco”

Victoria Camps, catedrática de Ética, autora de ‘El gobierno de las emociones’, ha ejercido la política como senadora socialista; es una crítica independiente de los cambios políticos y sociales. Su posición en la vida es la de una mujer que mezcla la sabiduría con el sentido del humor.

“Una de las cosas que más recuerdo de mi aparición en EL PAÍS fue una entrevista que me hizo Francesc Arroyo sobre ‘La imaginación ética’, el primer libro que publiqué”. Victoria Camps (Barcelona, 1941) recuerda todavía con ilusión aquel momento. Fue en 1983. “Lo agradecí muchísimo, porque entonces yo no era nadie. Que EL PAÍS me hiciera una entrevista y la publicara de una forma bastante lucida me hizo mucha ilusión”.


 

Visto desde ahora, ¿será verdad aquella frase que dijo Guerra de que a este país no lo conoce ni la madre que lo parió?

Quizá fuera cierta cuando la dijo, pero ahora nos hemos acostumbrado a cómo es este país: a vivir bien, y esa es la gran transformación de los últimos años. La frase no sirve para las generaciones más jóvenes.

¿Y cómo han ido variando en este periodo la Universidad, la sociología, la política, los ámbitos de su dedicación?

Es un periodo de democratización de todo. Para la cultura, para la universidad y para la filosofía ha significado una apertura con aspectos positivos, pero también con alguna desventaja. La masificación de la cultura implica falta de criterio y mezclar cosas que no se deben.

¿Estos 40 años deben recordarse por la corrupción o ha habido otros elementos más positivos?

Ha habido muchas cosas positivas; entre las negativas está sin duda la corrupción, porque nos ha producido más desengaño. Partíamos de un presupuesto bastante absurdo: creer que si cambiaba el régimen todos acabaríamos siendo mejores. No es cierto. Que tengamos instituciones democráticas no quiere decir que todos seamos más demócratas; que haya más igualdad no quiere decir que mentalmente nos respetemos como iguales; que unas leyes intenten atajar comportamientos corruptos no quiere decir que la tendencia hacia la corrupción se elimine. Una cosa es cambiar las normas, las instituciones, y otra cosa es cambiar a las personas. Ahí está el momento de la ética.

Nos hemos acostumbrado
a cómo es este país: a vivir bien,
y esa es la gran transformación
de los últimos años.

Decía que algunas cosas mejoraron. ¿Somos mejores?

No me atrevería a hacer esa afirmación…

¿Es mejor la Universidad?

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Victoria Camps. / Vicens Giménez

En un cierto sentido, sí. Se ha profesionalizado más; no ha mejorado como instancia crítica, de contestación. Se ha normalizado tanto que forma parte de esa sociedad que casi cabría llamar de la indiferencia. Quizá era más viva antes, cuando había más resistencia, más oposición. Obviamente esto se ha perdido y ahora todo es más rutinario.

¿Cree que pervive el franquismo?

No, la mentalidad no pervive. Pondría como ejemplo la educación que tuvimos los de mi generación, una educación muy nacional-católica, muy religiosa, muy conservadora, muy al margen de lo que ocurría en el mundo. Era tan extravagante esa forma de educar que el cambio fue inmediato; en seguida supimos que aquello no era el mundo, que no tenía nada que ver.

La universidad se ha
profesionalizado más; no
ha mejorado como instancia
crítica, de contestación.

El último cambio fue provocado por el movimiento del 15-M, que repudió de manera explícita la Transición. ¿Qué sentimiento le produce esa descalificación?

Considero que la gente de mi generación y cercanas hemos tenido el privilegio de podernos acordar del franquismo porque lo vivimos hasta una edad madura y de haber vivido la Transición con bastante protagonismo. Me parece lógico que las generaciones más jóvenes que no vivieron aquello lo vean con perspectivas mucho más críticas a como lo vivimos los que estábamos entonces allí. No me extraña y, por tanto, yo no repruebo esa forma de verlo, pero la distancia es necesaria. Es verdad que nuestra Transición se vio como una transición modélica en el mundo y eso conviene seguir diciéndolo. Un cambio que no es del gusto de todos para reprobarlo es una mala idea. Si hubiera sido muy del gusto de algunos, habría sido muy parcial. Y esa es una idea que creo que debemos repetir.