Pilar Bonet

Corresponsal de EL PAÍS en Moscú

Del estancamiento de la Unión Soviética a la nostalgia del Imperio

Mapa Union Sovietica
Localizador de la URSS.

Entre la Unión Soviética, a la que llegó el primer corresponsal de EL PAIS, Ismael López Muñoz, en 1976 y la Rusia de 2016 hay enormes diferencias. Con todo, una buena parte de los habitantes de este país, que sigue siendo el mayor del mundo por su tamaño, experimentan con renovada fuerza la nostalgia de ser ciudadanos de un país respetado y temido. La URSS, era la “otra” superpotencia nuclear y el modelo alternativo (el “socialismo real” opuesto al capitalismo y enfrentado a él en la Guerra Fría). Era un imperio que reunía entornos tan diferentes como el enclave de Kaliningrado, en Europa, y la región del Pamir, en Tayikistán, en la frontera con China.

En el territorio donde en 1976 había un solo Estado, existen desde 1991 un total de 15 países (las antiguas repúblicas federadas), además de cuatro zonas conflictivas que siguen sin encajar en el mapa postcomunista (Abjazia, Osetia del Sur, el Alto Karabaj y el Trasdniéster) y otras dos regiones desestabilizadas más de dos décadas después del fin de la URSS (la península de Crimea, Donetsk y Lugansk).

geolocalizadoresposturss
De izquierda a derecha, los territorios rebeldes de Abjasia y Osetia del Sur; Alto Karabaj y Transnistria.

Con el tiempo se refuerza la impresión de que 1991 no fue un corte radical liberador para Rusia, la mayor de las repúblicas de la URSS, sino una fecha dolorosa en el proceso de desintegración de un imperio conquistado antes de la época soviética. En 1976, la URSS vivía en la época conocida como el “estancamiento”. El partido comunista de la URSS (PCUS) era dirigido por una gerontocracia (el “Politburo”) a cuya cabeza estaba Leonid Brezhnev, el secretario general de la organización.

En la arena internacional, Moscú rivalizaba con Washington y se adentraba en una nueva carrera de armamentos con la instalación de misiles SS-20. La rivalidad entre los protagonistas de la Guerra Fría se trasladaba a terceros países, como Afganistán, donde la URSS participó en un golpe de Estado en 1979.  En la URSS se perseguían los disidentes, pero la represión estaba lejos del terror masivo del estalinismo.

La carrera armamentística lastraba la economía, controlada por el Estado y dirigida por medio de planes quinquenales, que no podían satisfacer las necesidades de consumo de la ciudadanía, confrontada con grandes dificultades para su abastecimiento cotidiano. En los órganos dirigentes del PCUS una generación de comunistas más jóvenes esperaba el momento de tomar el relevo para dinamizar el país. Fue así como Mijaíl Gorbachov llegó al poder en 1985, tras la muerte en 1984 y 1985 respectivamente de Yuri Andrópov y Konstantín Chernenko, los dos dirigentes que habían sustituido a Brezhnev fallecido en 1982.

 

portadaursselpaisok
Portada de EL PAÍS del 20 de agosto de 1991.

Con Gorbachov la URSS comenzó las reformas políticas conocidas como la “perestroika”, tras unos primeros tanteos fallidos en la economía, como la campaña antialcohólica. Gorbachov dio luz verde a las cooperativas y a los pequeños negocios privados en 1987 y después propició elecciones democráticas, en el PCUS y fuera de él, lo que se tradujo en el fin del monopolio de poder del PCUS, abolido en 1990, la formación de un superparlamento (el Congreso de los Diputados Populares de la URSS), la creación del puesto de presidente del Estado.

Gorbachov retiró las tropas soviéticas de Afganistán, animó las revoluciones en los países socialistas europeos aliados de la URSS y dio luz verde a la reunificación de Alemania. Gorbachov fascinaba en Europa por su política internacional y por haber propiciado la “glasnost”, que permitía la difusión de creaciones culturales antes prohibidas y la investigación de sucesos históricos silenciados o tergiversados.

Todo esto, sin embargo, iba acompañado del deterioro de las condiciones de vida por el progresivo descarrilamiento del sistema planificado soviético. En vez de aplicarse a reformar la Unión Soviética, las élites de las repúblicas de la URSS afirmaron su propia soberanía y Boris Yeltsin, el político más populista e impaciente del equipo inicial de la perestroika, consolidó su poder en el territorio de Rusia.

Gorbachov comenzó un proceso que
se le fue de las manos. No quiso
destruir la URSS, quiso reformarla,
y hasta hoy insiste en ello

Yeltsin utilizó su puesto de líder electo de esa república para imponerse a Gorbachov, que había perdido el apoyo del PCUS y que carecía de territorio en que apoyarse, como Yeltsin, por haber renunciado a ser elegido como presidente de la URSS por sufragio universal (fue elegido por el parlamento soviético). Gorbachov intentó oponerse a las tendencias centrífugas de las repúblicas con un nuevo tratado de la Unión que debía renovar que fuera la base del Estado (firmado en 1922), pero no lo consiguió, porque un golpe de Estado perpetrado por un grupo de altos funcionarios dio al traste con el intento en agosto de 1991.

El 8 de diciembre de aquel año, Yeltsin y los dirigentes de Bielorrusia y Ucrania dieron por disuelta la URSS y pocos días después se arriaba la bandera soviética en el Kremlin. Con Yeltsin, Rusia se adentró con brutalidad por la senda de la economía de mercado. Los precios se dispararon, los rusos perdieron sus ahorros de la noche a la mañana y también el mundo en el que se habían criado.

infografiaurss
Infografía de la desmembración de la Unión Soviética.

Las tensiones entre los dirigentes rusos se saldaron con el cañoneo del parlamento en octubre de 1993. Las propiedades del Estado en su mayoría cayeron en manos inexpertas o desaprensivas. Las empresas más lucrativas, en el sector energético y de materias primas, fueron prácticamente regaladas a los oligarcas, la nueva clase de grandes empresarios de Rusia, a cambio de su apoyo a Yeltsin, que en 1996, enfermo e impopular, ganó unas truculentas elecciones.

Los años noventa en Rusia estuvieron también marcados por la guerra contra los secesionistas de Chechenia, iniciada en 1994 y concluida en 1996 con un acuerdo que suponía la independencia del territorio caucásico. En 1999,  una nueva guerra contra Chechenia sirvió de encumbramiento a Vladímir Putin, al que Yeltsin designó como sucesor, al retirarse del poder el 31 de diciembre de aquel año. Hoy, Putin  lleva 16 años al frente de Rusia (cuatro de ellos como jefe del gobierno) y ha construido una estructura piramidal de dirección del país.

Putin ha concentrado todas las riendas del proceso de decisión bajo su mando y ha restringido progresivamente las libertades democráticas otorgadas por sus antecesores. Las desigualdades sociales y regionales en Rusia hoy son mucho mayores que en la URSS y la élite política y económica goza de un sistema de privilegios mucho más amplio que en época soviética.

 — DESPIECE —

 GORBACHOV QUISO REFORMAR, NO DESTRUIR

Mijaíl Gorbachov y su equipo de la “perestroika” eran comunistas que se habían formado en el espíritu del 20 Congreso del PCUS, el foro que en 1956 condenó los crímenes de Stalin. Como estudiante de derecho en la Universidad de Moscú, Gorbachov se hizo amigo del checo Zdenek Mlynar, que fue uno de los protagonistas de la “primavera de Praga”, la experiencia de socialismo con rostro humano abortada por los tanques soviéticos en 1968.

La experiencia del “socialismo con
rostro humano” y del eurocomunismo
es clave para entender la perestroika

Como dirigente comunista en la provincia de Stávropol, Gorbachov conoció después a camaradas extranjeros entre ellos los italianos, que iban a tomar las aguas medicinales a aquella región de balnearios del norte del Cáucaso. La experiencia del “socialismo con rostro humano” y del eurocomunismo es clave para entender la “perestroika”.

Gorbachov comenzó un proceso que se le fue de las manos. Propugnaba la superación de las fronteras de la Guerra Fría y la creación de una “casa común” desde Vancouver hasta Vladivostok. No quiso destruir la URSS, quiso reformarla, y hasta hoy insiste en ello. El 2 de marzo de 2016 el líder de la “perestroika” cumplió 85 años. A la pregunta sobre qué hubiera hecho de haber seguido en el poder, respondió que hubiera seguido las reformas de forma paulatina. “Tal vez algo hubiera resultado” y “es posible que incluso el Báltico (Estonia, Letonia y Lituania), se nos hubieran unido de nuevo”, bromeó. Gorbachov dijo también que le preocupa situación actual en Rusia y exhortó a unas elecciones honradas y abiertas. Sugirió que los dirigentes rusos actuales tienen algo que aprender de él: la recuperación de las urnas como base de la política.

De un pueblo caucásico al Kremlin


Mijaíl Serguéyevich Gorbachov nació en marzo de 1931, en la región de Stávropol, cerca del Cáucaso, en el seno de una familia campesina. Para muchos, Gorbachov cambió el mundo entre 1985 y 1992. La caída del muro de Berlín, o la desmembración de la URSS—que Putin calificó como “la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX”— se produjeron sin que fuera necesario ningún derramamiento de sangre gracias al papel desempeñado por quien fuera presidente de la URSS entre marzo de 1990 y finales de 1991

La voz de Gorbachov


El único presidente de la Unión Soviética escribió infinidad de artículos. 30 de ellos los publicó EL PAÍS, el primero en 1990 y el último a finales de 2009. Seleccionamos algunos de los más interesantes contenidos que siguen estando de actualidad más de dos décadas después. Desde sus críticas a los detractores del socialismo a sus críticas con la Rusia moderna pasando por su visión del desmembramiento de la Unión Soviética