Síntomas de ida y vuelta

 La sanidad en 1976 era muy distinta en pueblos y ciudades, funcionaba la beneficencia y se curaban dolencias hoy anecdóticas

Era una madrugada de invierno, Pilar no recuerda si de 1976 o de 1975. El empedrado de la calle reflejaba la luz de alguna farola todavía encendida y la niebla había humedecido el suelo hasta hacerlo fácil para el resbalón. Llamó a la puerta de don Blas, a tres casas de la iglesia del pueblo, cuando el chirimiri comenzó a empaparle el abrigo de paño. Su vecina llevaba varios días con fiebre y, empapada en sudor, la había despertado chocando la persiana de tablitas verdes contra el cristal de la ventana. “Pilar, acércate donde el médico que no aguanto más estos calores”. Aquellos calores eran una gripe que acabó convirtiéndose en neumonía. Entonces la infección afectaba al doble de la población –más de un millón– que ahora. Otras, con pocos casos ya, como el sarampión aquejaron a 130.000 personas.

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Pacientes en un pueblo de la sierra madrileña a finales de la década de los setenta esperan su turno para pasar a la consulta. / RAÚL CANCIO

Don Blas, bufanda y maletín mediante, se fue con Pilar hasta la casa de su vecina en un pueblo manchego de apenas 5.000 habitantes. “Ella y su marido tenían iguala con él”. Veinticinco pesetas al mes pagaba la vecina al recaudador del doctor, un sereno que se encargaba de cobrarlas casa por casa. “En los pueblos, quien se lo podía permitir tenía esa especie de seguro privado que garantizaba la atención médica en la propia casa del facultativo, donde tenía la consulta, o en la del paciente si lo requería. Quien no podía recibía caridad”, explica Fernando Lamata (Madrid, 1954), político, médico y experto en salud pública y políticas de salud, nombrado director del Insalud en Cantabria en 1983.

Dispersión

Las redes de atención sanitaria eran débiles y desiguales, sobre todo entre las ciudades y los núcleos rurales, que eran los que más carencias soportaban, atrasos que se arrastraban desde antes de la Guerra Civil y que se paliaban con mejoras paulatinas pero insuficientes. Pilar recuerda quedarse “ojiplática” cuando vio por primera vez un aparato de rayos X y se dio cuenta de que podía verse “por dentro”, algo que era ya una práctica habitual en las ciudades. “Fui porque me había roto la muñeca izquierda, pero he estado siempre como una pera, al igual que mis hijas y mi marido, sobre todo desde que dejó el cigarro y el chato de vino”.

Su marido entraba en las cifras del tabaquismo. Fumaban el 60% de los hombres y el 10% de las mujeres, porcentajes que se han ido invirtiendo: hoy, en los hombres se ha reducido más de la mitad y en las mujeres es casi el doble. Sin embargo, aquel nimio vasito de vino estaba lejos de preocupar a causa del problema del alcoholismo (y a pesar de que la cifra media, 12,1 litros por habitante, apenas ha cambiado), según los datos que publicó en 1976 la Comisión Interministerial para el estudio del alcoholismo y del tráfico y consumo de estupefacientes: el alcohol, de forma directa o indirecta, tenía que ver con accidentes de tráfico, ingresos en psiquiátricos y suicidios. “Cada año mueren por el alcohol 7.960 españoles”.

En las ciudades, visibilizar el problema era más fácil. En los pueblos se complicaba, no eran enfermos, sino borrachos. Allí los atendían los médicos titulares. “Funcionaba la asistencia pública domiciliaria, los médicos se convertían en titulares de una localidad tras convocatorias públicas. Eso les daba derecho a una casa y los obligaba a atender a los pacientes de beneficencia y a controlar los problemas de salud pública como la potabilidad de las aguas”, dice Lamata en su despacho de la madrileña calle de Sagasta, en un edificio de la Consejería de Sanidad que otrora albergó el Instituto Nacional de Previsión (INP), el origen de la Seguridad Social. “Aquí empezó todo”.

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Y también desde ahí se ha divisado el cambio abismal. “Para dar una idea general, cuando en 1986 se aprobó la Ley General de Sanidad, que supuso la práctica real de la universalización (el reconocimiento del derecho para todos a la atención sanitaria pública e igualitaria), había ocho millones de personas en España con cartilla de beneficencia o sin cobertura pública”.

Ocho millones repartidos en la dispersión de competencias de varios organismos que hacían frente, con recursos limitados, a enfermedades de todo tipo, sobre todo cardiovasculares y tumores malignos, que ya eran las principales causas de muerte. Lamata apunta algunos: “Dispensarios en los ayuntamientos, centros de la Cruz Roja, hospitales clínicos dependientes de las universidades, sanatorios antituberculosos de Sanidad Nacional…”. Y médicos como don Blas, sin bata, de consulta matutina y visitas vespertinas en las que trataban alguna rubeola y veían morir a algún vecino por no poder recibir hemodiálisis (1.800 personas fallecían al año por este motivo).

Otro panorama

Cada cambio dibujó un panorama diferente, también en lo social: la mortalidad afectaba cada vez menos a la infancia y más a la vejez –a la vez, la esperanza y la calidad de vida aumentaban, hasta los 73,8 años–, incluso comenzó a hablarse de la dislexia y a defenderse públicamente los anticonceptivos y el aborto. Imágenes que parecen ir y venir desde el pasado.

Pilar y Lamata comparten, sin conocerse, algunas de ellas: salas de espera sin sillas suficientes, camillas en rincones inverosímiles, prisas por atender a todos los pacientes… “Entonces empezábamos a ser otro país. Ahora llevamos años de sobra como para que vuelvan estas cosas, ¿no? Por lo menos ya no hay orinales bajo las camas ni se fuma, que aquello era una guarrería”, arguye Pilar meneando la cabeza.

Por Isabel Valdés

¿Qué no había en 1976?

Tarjeta sanitaria. Apareció en 1986, con la Ley General de Sanidad.

Las enfermeras tenían un rol casi meramente auxiliar, poner y quitar la bata al médico y dar recetas y bajas.

Listas de espera. Los primeros registros centralizados se crean entre 1989 y 1990, y hasta 2003 no empieza la homogeneización.

Ley antitabaco. En los hospitales se prohibió en 1988, aunque hasta la Ley 28/2005 no se dejó realmente de fumar ahí.

Historia clínica en papel. El comienzo para todos los centros fue una revolución y ocurrió en 1984.

Seguridad en las carreteras. En 1976, 4.759 personas murieron en 95.639 accidentes de tráfico. En 2015 hubo 1.126 fallecidos en 1.018 accidentes.