Santander y BBVA revolucionaron el mapa financiero nacional en apenas once años con dos grandes operaciones cada uno.
Una clasificación elaborada por The Banker en 1980 situaba a una veintena de bancos españoles entre los 500 mayores del mundo. El primero de todos ellos era Banesto. Ocupaba la posición número 78. Hoy esa entidad ya no existe. La marca murió en marzo de 2014, perdida dentro del nuevo gigante nacional. Su desaparición no solo puso fin a 110 años de historia; también fue un tardío epílogo a la etapa más revolucionaria del sector bancario patrio, los intensos once años transcurridos entre 1988 y 1999 que acabaron con muchas otras siglas y alumbraron a los nuevos líderes del mercado: Santander, el que se comió a Banesto, y BBVA. Hoy son cuatro las entidades financieras españolas colocadas entre los cien primeros bancos mundiales (también CaixaBank y Bankia).
En 1986 España ingresaba en la Comunidad Económica Europea y ya se vislumbraba la gestación de la Unión Monetaria, creada a partir de 1990. Desde el Banco de España y desde el Gobierno Socialista se veía la necesidad de impulsar fusiones bancarias para alumbrar jugadores europeos de primera línea. A finales de la década de los 70 el mapa bancario nacional poco tiene que ver con el actual.
El Banco Español de Crédito (Banesto) y el Central eran los más grandes, pero no los más rentables, reconocimiento ganado por los gestores salidos de la jesuítica Comercial de Deusto, que entonces controlaban el Bilbao y el Vizcaya. La crisis industrial había castigado a muchas entidades pequeñas, algunas de las cuales habían servido para alimentar el crecimiento inorgánico de esos dos representantes de la burguesía vasca. Es en ese momento, según recuerda Gonzalo Bernardos, profesor de Economía de la Universidad de Barcelona, cuando se plantea sanear el sector con fusiones entre un banco con buenos resultados y otro con no tan buenos.
El primero en disparar fue Banco Bilbao, que fijó su mira sobre Banesto en 1987. Su opa hostil disgustó en el sector, poco dado a actuaciones sin consenso, como conocería después Emilio Botín, cuando se inventó la Supercuenta de Santander. Su operación no solo chocó con la oposición del consejo de administración de Banesto, controlado por un joven Mario Conde, sino que a la pugna se sumó el Hispano, que lanzó otra opa que inhabilitó la inicial del Bilbao. Abortado el plan A, se creó el B. Un año después el Bilbao acordaba una fusión entre iguales con el Vizcaya y creaba el gigante vasco. Era “el proyecto financiero más audaz que ha tenido lugar en Europa en los últimos 20 años”, según aseguró el entonces presidente del Banco Vizcaya, Pedro Toledo, que con su muerte poco después, en 1989, abrió una guerra de familias por el dominio de la entidad.
El grupo vasco levantó el primer gigante,
pero se vio superado por el cántabro
Mientras el banco iba madurando, en 1991 el último Gobierno de Felipe González fusiona todas las entidades públicas en la Corporación Bancaria de España, que luego pasaría a denominarse Argentaria. Es la A que le faltaba al entonces BBV. Y llegaría en 1999, tras la privatización a plazos ejecutada por el Ejecutivo del Partido Popular de José María Aznar. Se unían el segundo y el tercer bancos españoles. Y Francisco González, que presidía la entidad pública, acabó quedándose con la presidencia del nuevo banco.
SEGUNDO PUESTO. Pese a ser el primer conglomerado financiero en iniciar las fusiones, BBVA llegaba a la última de sus grandes operaciones como segundo del ranking. Otra entidad le había superado. Respondía a las siglas de BSCH, aunque años después recuperó su nombre original: Banco Santander. Cuando BBVA formaliza su nombre actual contabiliza unos activos de 37,6 billones de pesetas. BSCH sumaba 42,6 billones y había culminado en tiempo récord su llegada desde el medio de la tabla al liderazgo español.
El Santander hizo los deberes en apenas un lustro. Empezó en 1994 haciéndose con Banesto, que mantendría como una entidad autónoma hasta 2012, y finalizó su proceso de fusiones en España en 1999, cuando se juntó con el Central Hispano que, en opinión de Bernardos, “era la unión de dos bancos malos de la que se aprovechó el Santander, que también había crecido de forma orgánica”. Antes, Banesto había llegado a las manos de la entidad controlada por la familia Botín tras el clamoroso fracaso de la aventura de Mario Conde y la obligada intervención del banco. La salvación de Banesto acabó costando a las arcas estatales unos 100.000 millones de pesetas. La cifra final fue rebajada gracias a los 313.000 millones pagados por el Santander en la subasta pública, una cantidad mucho más alta de la que estuvieron dispuestos a embolsar BBV (que lo volvió a intentar apostando 278.000 millones) y Argentaria (241.198 millones). Aquella adjudicación no estuvo exenta de polémica: Botín no había firmado la oferta y después decidió que Alfredo Sáenz, un hombre cedido por BBV al Banco de España, mantuviera las riendas de Banesto.
EJEMPLO EN EUROPA. En abril de 1999 Santander consumó su gran crecimiento en España mediante la absorción del Central Hispano. Aquella operación suponía digerir otro de los grandes del sector, que eran fruto de otra operación corporativa: la fusión del Banco Central y Banco Hispano Americano, que en 1991 se habían convertido en la primera entidad privada del país. El nacimiento de BSCH representó la primera gran fusión en la Europa del euro y puso a la banca española, como después se confirmaría con BBVA, en la línea de salida para competir con el resto de entidades del Viejo Continente. Era entonces el banco número 19 de Europa, posición que iría mejorando gracias a sus operaciones internacionales.
“El proceso de consolidación que vivió España sucedió en todo el mundo”, señala José Luis Peydró, catedrático de Economía de la Universidad Pompeu Fabra. En su opinión, los bancos patrios se han colocado en la ansiada posición de “campeones nacionales”. “Creo que el eslabón más débil de la cadena es la clientela”, señala.
Mientras los dos grandes apostaron por un rápido proceso de concentración, existe una tercera vía que ha mostrado Banco Sabadell: crecer poco a poco hasta situarse de tú a tú frente al Popular. Desde su salida a Bolsa en 2001, ha adquirido Banco Atlántico, Urquijo, Guipuzcoano, Banco CAM y Banco Gallego. El Popular, por su parte, ha realizado una gran compra: el Pastor.
Por Dani Cordero
Segunda etapa: las cajas
Durante lustros, la banca española denunciaba que unas entidades como las cajas de ahorro, que no tenían que remunerar el capital, les robaban negocio. Esa situación tocó su fin con la crisis y la caída de las entidades de ahorro que, al final con la ayuda de la Administración, han supuesto un buen alimento para engrosar los balances de los pocos bancos que quedan ahora. El único que se ha mantenido al margen en ese proceso ha sido Santander. BBVA adquirió Unnim (fruto de la fusión de Caixa Manlleu, Terrassa y Sabadell) y posteriormente se hizo con Catalunya Banc (que incluía la antigua Catalunya, Manresa y Tarragona). Sabadell se quedó CAM, que le permitió duplicar tamaño, Banco Gallego y el negocio de Caixa Penedès, integrado en Grupo BMN.