Rafael Matesanz: “La sanidad está enfocada al médico. Hay que dirigirla al paciente crónico”

 El creador de la Organización Nacional de Trasplantes, referencia mundial, se va con récord de donantes tras casi tres décadas en la gestión. Habla de los desafíos de un sistema amenazado por las crecientes necesidades y los nuevos tratamientos

El nefrólogo Rafael Matesanz (Madrid, 1949) tardó tres años en convertir a España en líder mundial de trasplantes (1989-1992). Se jubilará en diciembre dejando la Organización Nacional de Trasplantes con el reconocimiento internacional, el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación (2010) y 100.000 implantes hechos o, mejor, su equivalente en vidas salvadas. También se va con la memoria de casi tres décadas en primera línea de la gestión sanitaria, incluyendo la dirección del Insalud con el PP (1996-2000). Ha chocado con políticos de todos los signos: “Me han destituido un montón de veces”, dice, “si no estás adscrito a un partido determinado, siempre eres de los otros. A mí me ha tocado ser de los otros con todos”. Su diagnóstico de la evolución de nuestra salud y sistema sanitario es, por tanto, imprescindible.

Somos el modelo mundial en trasplantes. ¿Cuáles son las claves para haberlo conseguido? Llevar 25 años liderando el mundo es el resultado de un modelo organizativo, que se tiene que asentar sobre la generosidad de la población. Pero no somos más desprendidos que ninguno de los países de nuestro entorno. Hace falta también un sistema nacional de salud como el nuestro. Todo el mundo debe donar porque todo el mundo lo puede necesitar. Si no garantizas eso, no puedes conseguir resultados de excelencia. Y, además, tener la persona adecuada en el momento adecuado, que son los coordinadores de trasplantes que están en los hospitales donde se puede producir una donación. Y eso no se sostendría si no se hubiera hecho con una transparencia total y garantizando a la gente que está en lista de espera que va a recibir un órgano sin discriminación. El hecho de ver los resultados y de que el sistema español de trasplantes se haya convertido en una especie de orgullo nacional ayuda a que la gente se haga más solidaria. Ahora estamos en el mejor momento de la historia en donación y trasplantes y, lo que es más importante, con línea creciente.

Y eso que se han desplomado los donantes clásicos, los fallecidos en accidente de tráfico. Hoy son un 4%. En 1992 eran un 47%. El modelo español está continuamente innovando. Si estuviéramos haciendo lo mismo que hace cinco años nos habríamos estancado. Estamos subiendo en donación porque hemos introducido dos mejoras fundamentales: los donantes a corazón parado y la colaboración con los médicos de urgencias.

¿Cómo se ha sobrevivido a los recortes? Los trasplantes son una parte de la sanidad, han repercutido y mucho. La crisis se veía venir antes de que lo reconocieran los políticos [risas], hicimos ajustes, ahorros en las guardias, en desplazamientos de los órganos… Lo hemos pasado mal, pero desde que se inicia la crisis hasta ahora hemos crecido exponencialmente.

¿El enfermo no ha sufrido? No. Tenemos un 30% más de donantes que antes de la crisis.

¿Por qué tituló su libro El milagro de los trasplantes? Si estás trabajando en esto y no consideras que es un milagro que el corazón empiece a latir o el riñón a producir orina, más vale que te dediques a otra cosa. Es medicina, pero tiene su mística. Ves volver a la vida a personas que lo tenían todo perdido, y eso es muy bonito. Me encuentro a gente que estuve en su trasplante cuando era clínico, hace más de 30 años. Ves que les has dado la vida, eso tiene una mística tremenda.

¿Y el turismo de trasplantes? Es un tema grave. Vía Unión Europea se nos abren puertas complejas por la libre circulación de personas. Nosotros conseguimos que el trasplante no se incluyera en la directiva de atención transfronteriza. En cuanto a la gente que se viene a vivir como pensionista, hay quien dice que manda la directiva y quien dice que mandan los sistemas de pensiones. El problema puede venir de países con mucha más demanda, como Alemania o Reino Unido. Nosotros tenemos 40 donantes por millón de habitantes, y los alemanes, 10. El problema no es el que se muda aquí, sino que se encuentre una vía para venir a trasplantarse y volverse a ir. Y no puedes darle a la persona que se acaba de censar acceso inmediato a un trasplante porque estás invitando a la gente a que venga. Se tendrá que establecer un periodo de carencia. Es necesario que las autoridades lo regulen de una forma muy clara.

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/ ÁLVARO GARCÍA

¿Cómo ha mejorado nuestra sanidad en los últimos 40 años? El gran desarrollo de la atención primaria, cambiar el médico de cabecera de toda la vida a tener una atención universal tanto en adultos como en pediatría, y eso extenderlo a todas las comunidades es un cambio tremendo. En 1976 la sanidad de calidad existía en pocos centros de Madrid, Barcelona y ya. La gran revolución de los ochenta fue extender los hospitales a toda España. Ahora hay una sanidad de altísima calidad en cualquier comunidad. Nuestro sistema de trasplantes es un subproducto de esa revolución. Un buen sistema sanitario no puede consentir que una mujer se muera de septicemia en el parto o de una apendicitis o neumonía, esas cosas desaparecen y la gente se muere de cáncer, y después de que se haya convertido en una enfermedad crónica y tratada. Eso ha sido la gran evolución de España en estos 40 años, además del sistema MIR [médico interno residente]. Y también pasar de una Seguridad Social financiada por las cuotas que se pagaban o por la beneficencia a otra financiada por impuestos, en la que la gente tiene derecho a la sanidad simplemente por ser español, eso convierte la sanidad en un derecho universal.

¿Qué peligros corre nuestra salud en el futuro? Hemos empezado a morirnos por enfermedades de países desarrollados. La obesidad, diabetes, el mal comer y el sedentarismo son los mayores riesgos y las enfermedades que sufrimos por la longevidad que estamos alcanzando, como es el alzhéimer y las demencias. Además, tenemos que hacer un cambio muy drástico en el sistema sanitario y enfocarlo hacia la cronicidad. Ahora está orientado al enfermo agudo, los trasplantes son un ejemplo de esto. Pero cómo se gestiona un paciente mayor, que ni siquiera es un enfermo, en un hospital no es correcto, por los recursos que gastas, le repites las pruebas, corre riesgos… Además, está diseñado para el médico. Los próximos responsables tienen ahí una labor muy seria.

¿Y la educación y los cambios de estilo de vida? Son necesarios, caminar más, no consumir determinados tóxicos, el tema del alcohol, que en España es muy grave…, el consumo es tremendo y, sobre todo, en jóvenes. Hoy se ve mal que la gente fume, y si se consiguiera que estuviese mal visto que los jóvenes bebieran, sería un cambio tremendo.

¿Cuáles son los mayores logros de nuestro sistema de salud? La universalidad, la uniformidad que hemos conseguido entre las 17 comunidades autónomas. El resultado en cuanto a atención es mucho más uniforme por ejemplo que en Italia, que dedica más dinero que nosotros. La fragmentación del sistema sanitario en comunidades tiene muchas ventajas, acerca la sanidad a la cabecera del enfermo, pero el Estado no se ha quedado con mecanismos de coordinación suficientes. Es posible esa coordinación y la ONT es un ejemplo.

¿A qué peligros se enfrenta? El principal, el económico. El sistema va mejorando a expensas de la introducción de nuevos medicamentos, de nueva tecnología. Hay un aumento continuo de necesidades. Se puede mejorar en gestión, pero ya se ha mejorado mucho. El ejemplo más evidente son los medicamentos antihepatitis C.

¿Es suficiente el PIB que destina España a sanidad? Todo es mejorable, claro. Para los que estamos en la sanidad, cuanto más se dedique, mucho mejor. Nos hemos estado manteniendo apro­xima­damente en la media de la OCDE. Cuando se compara el coste de los trasplantes en España y Estados Unidos, allí vale nueve veces más. La diferencia obedece al sueldo de los profesionales. El coste del sistema sanitario español todavía se mantiene porque médicos y personal sanitario están muy mal pagados, de forma irrisoria cuando se compara con Europa Occidental. Además, para seguir proporcionando todo tipo de tratamientos, se va a tener que ir dedicando progresivamente más dinero, y el problema es saber si el país lo puede aguantar. Eso sí que es política y lo demás son tonterías. Cuando se habla de copagos, el primer copago que existe es la lista de espera porque tú pagas con tu tiempo. La bandera de la medicina privada ha sido ese trasvase, sobre todo en pruebas diagnósticas, que es lo que el sistema, no de ahora, de hace 30 o 40 años siempre ha tenido el mayor retraso, no es tanto que te vea el médico sino que te pida una resonancia.

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/ BERNARDO PÉREZ

¿Eso es asumible para el enfermo? Eso es un problema serio. Y a medida que la población se va haciendo más vieja, la necesidad aumenta. Y los presupuestos puede que no vayan aumentando en la misma medida.

Eso es un tema político. Sí, es el mayor tema político. No es que se gestione bien la sanidad, que también, es cuánto va a dedicar a ella. Eso se traduce en que a alguien le operen en tres meses o en seis.

¿Qué opina de las fórmulas de privatización como el caso de Alzira y los nuevos hospitales de Madrid? Cuando se pone parte del sistema público en manos privadas tiene que haber una lealtad institucional muy clara o unas reglas del juego muy claras. Experiencias así las hay en casi todas las comunidades, por ejemplo Cataluña tiene solo un 30% de hospitales públicos, el resto son consorcios o puramente privados. No creo que un sistema privado per se sea intrínsecamente malo o bueno, pero gestionar un sistema privado es mucho más complicado que gestionar uno público.

En contra de lo que dicen los políticos. Si un político destina toda su confianza en un sistema privado y lo deja ahí, que haga lo que quiera, es sencillísimo, pero si quieres que vaya al ritmo que tú le marcas eso es muy complicado, y lo he vivido yo desde el Insalud. Tú te puedes responsabilizar de tus centros, pero mientras ellos responden a una velocidad, cuando tienes un privado, te cuesta. Si actúan con toda la lealtad del mundo y tú dices una cosa y la hacen pues fenomenal, el problema es que eso no te lo garantiza nadie.

Parece un sinsentido porque la empresa privada necesita un beneficio. La pública precisa dinero para hacer su trabajo pero no busca lucrarse. Tú tienes hospitales privados a los que les compras servicios y los tienes que comprar más baratos que lo que te cuestan a ti en el hospital público, si no el negocio es ruinoso. Comprándoselo más barato, la empresa tiene que tener beneficios, a costa de qué, de algo que tú tendrás que controlar, la calidad y que no sea a costa de que a tus empleados les pagues mal. Es muy complicado. Eso surge en teoría porque los centros públicos estaban muy mal gestionados. Pero eso es una verdad de hace 30 años. La gestión en general ha mejorado mucho. Si fuera responsable de un sistema sanitario me gustaría que todos los hospitales fueran públicos, sería la mejor forma de tenerlos controlados.

¿Qué le diría al próximo ministro de Sanidad? Si es una persona con experiencia en el sector, no hace falta que le diga nada, seguro que se lo sabe. Una de las experiencias que yo he sacado en estos 27 años es que lo que hay que evitar en las personas con responsabilidad (consejeros, etcétera) es ser un perfecto amateur. No podemos estar inventando las sopas de ajo continuamente. Es una de las cosas que más me ha sacado de quicio. He tenido ocasión de verlo más de una vez, más de dos y más de tres. Y quien me sustituya tiene que ser alguien que no tenga que aprender la lección, que sea gente de dentro que haya vivido el sistema. Este puesto, su credibilidad, depende de los conocimientos técnicos.

¿Y qué le aconsejaría sobre el sistema sanitario? Que lo orientase hacia el paciente, pero que no sea solo un eslogan, y sobre todo hacia las enfermedades crónicas.

Por Ana Alfageme