Pedro Duque (Madrid, 1963) inaugura la serie Mi primera vez con EL PAÍS, en la que algunos de los personajes más destacados de las últimas cuatro décadas explican su relación con el diario líder en español. Con motivo del 40 Aniversario de EL PAÍS, cada martes se publicará un vídeo de un minuto en el que el entrevistado evocará sus vínculos con este periódico.
Duque nació en plena carrera espacial, durante los años en que estadounidenses y soviéticos pugnaban por llegar los primeros a la Luna. Cuando era joven le aconsejaron cambiar de nacionalidad para poder cumplir sus sueños. No siguió la recomendación y fue el primer astronauta español en viajar al espacio. Lo hizo en 1998 y repitió en 2003, con estancias de nueve y diez días, respectivamente.
El baloncestista Pau Gasol, la modelo Judit Mascó, la actriz Núria Espert, el grupo musical Amaral, el artista Miquel Barceló, el empresario Pablo Isla, el seleccionador de fútbol Vicente del Bosque, o el profesor universitario y expolítico Alfredo Pérez Rubalcaba son algunas de las personalidades que completan esta serie.
Cuando apareció EL PAÍS, en 1976, hacía tres años que Eugene Cernan, el último hombre que ha pisado la Luna, había regresado a la Tierra. “Mi padre compró aquel primer número del diario. Desde entonces se convirtió en mi periódico”, confiesa Pedro Duque (Madrid, 1963). Lo leía de vez en cuando de adolescente, pero tuvo que esperar quince años más para ser protagonista en sus páginas. En 1991 apareció como uno de los cinco españoles preseleccionados por la Agencia Espacial Europea (ESA) para convertirse en astronautas. Ahora lidera la Oficina de Operaciones de Vuelo, con responsabilidades directas sobre las actividades europeas en la Estación Espacial Internacional (ISS).
Usted nació solo seis años antes de la llegada del hombre a la Luna. ¿Echa de menos la épica de la exploración de aquella época para inspirar a las nuevas generaciones?
Los desarrollos fueron muy rápidos gracias a aquella competición, que ilusionaba a la gente. Luego, el espacio se ha convertido en algo que frecuentamos de manera más regular, y ello ha reducido el interés. Un interés que siempre ha habido, como hubo siempre gente joven con ganas de ir al espacio. Además, ahora vamos a volar no solo a la ISS, sino más lejos, y regresarán esos tiempos de ilusión.
Cuando usted empezó, los ‘shuttle’ (lanzaderas) constituían el medio de transporte frecuente…
En los 70, EE UU cambió las Apolo con el fin de desarrollar algo que hiciera el espacio más cotidiano. Lo decepcionante fue que todo el mundo empezó a opinar sobre cómo había que desarrollar el transbordador espacial, y al final se optó por algo que valía para todo, pero resultaba demasiado complicado. Los prototipos actuales van bien encaminados. Se trata de fomentar que la industria implemente unos equipos que impulsen ese cambio para cada proyecto concreto. Habría que ver qué hace Europa y verificar que los desarrollos comerciales estén concebidos desde los presupuestos nacionales, pero con voluntad de ganar dinero.
¿Qué tiene que pasar para que se realicen esas grandes inversiones que permitan volver a la Luna y llegar a Marte?
Hemos sustituido casi por completo la competición política, medio militar, de los años 60 y 70 por una competición más tecnológica, casi comercial. Los Estados invierten en los proyectos espaciales para que las industrias investiguen y los productos sean más competitivos. Eso también funciona, pero entusiasma menos.
¿Cree que ha habido un cambio radical en la forma de concebir la ciencia y la tecnología en España?
En estos años se ha producido un incremento de inversión en I+D, algo que nos ha colocado cerca de la media europea. Después ha habido cierto estancamiento, y seguimos por debajo de ese índice.
¿Qué líneas de investigación espacial pueden cambiarnos la vida?
El desarrollo del transporte comercial a la órbita baja de la Tierra: podría hacer que la gente piense que el viaje al espacio también es para ellos. En I+D, los planes son a tan largo plazo que resulta fácil prever qué va a pasar, porque ya estamos preparando lo que sucederá dentro de diez años. Estamos trabajando en misiones que se centrarán en el estudio de los planetas extrasolares. Después del trabajo del telescopio Kepler sabemos que hay planetas en muchos sitios y vamos a empezar a estudiarlos. Y, por supuesto, vamos a seguir observando la Tierra, lo que nos servirá, por ejemplo, para saber qué sucede con nuestro clima.
¿Qué capacidades deberán tener los astronautas que viajen a Marte?
La selección de los astronautas será parecida a la de ahora: gente que tenga una capacidad multidisciplinar y pueda adaptarse a lo que haga falta. En asuntos como la radiación, mi compañero astronauta Valeri Poliakov, que es médico, dice casi en broma que para superar ese problema se puede enviar a gente muy mayor a Marte. Personas a las que no les importe desarrollar un tumor dentro de veinte años.