La eterna dicotomía entre los salones Gaudí y Cibeles es un fiel reflejo de la fragmentación política en España, donde el dinero público es el motor de los eventos de moda.
El mapa histórico de las pasarelas españolas devuelve un buen reflejo de la fragmentación y la complejidad de la política nacional. Eso ocurre porque, a diferencia de la mayoría de países del mundo en los que la gestión es privada, en España, las pasarelas han sido subvencionadas y controladas desde la política, la mayoría de veces más preocupada por la foto que por entender los problemas reales de la industria. Si la rivalidad permanente entre Barcelona y Madrid habla de las tensiones de la política territorial, la diversidad de eventos de moda tanto la capitales como en autonomías como Valencia, Andalucía o Murcia, apoyadas con ayudas estatales y provinciales, muestra una estrategia diluida con una mayoría de diseñadores emergentes que tras presentar una, dos y quizá tres colecciones desaparecen, incapaces de convertir sus ideas en negocios rentables en una industria frágil, polarizada y en la que la inversión privada es mínima. Sólo en los últimos años, y tras casi cuatro décadas de aprendizaje, el escenario se dibuja algo más maduro: hay más cultura, más y mejor formación y empieza a haber más apoyo.
La antesala de los desfiles oficiales la dibujaron personajes como Paco Flaqué, que se inició en el mundo de la moda montando irreverentes pases en Barcelona en los años sesenta. Una década después los desfiles se habían convertido en grandes espectáculos mediáticos en los que se invitaba a clientas, compradores y medios. Si Kenzo sorprendía en París en 1973 con una pasarela que se extendía sobre el escenario y el público cuadriplicaba el aforo habitual, en España fue Manuel Piña quien debutó en 1979 con un gran desfile en el Liceo de Barcelona.
En 1984 Flaqué inaugura en Barcelona el primer Salón Gaudí. En su primera edición participaron Antonio Miró, Margarita Nuez, Nacho Ruiz y Sybilla. En 1985 nace en Madrid la Pasarela Cibeles impulsada por la Comunidad de Madrid y dirigida hasta la actualidad por Cuca Solana. Desfilaron en esa primera edición María Moreira, Antonio Alvarado, Manuel Piña, Jorge Gonsalves, Domingo Córdova y Jesús del Pozo. Tres temporadas después la oferta se completaba con el Salón Cibeles. Tras varios cambios de ubicación, en 1996, Pasarela Cibeles pasa a ser organizada por Ifema y se instala definitivamente en la Feria de Madrid.
Ese mismo año Francis Montesinos, uno de los nombres imprescindibles en el calendario oficial, organizó un multitudinario desfile en la plaza de toros de Las Ventas: “Sacamos la moda de ese círculo elitista y la proyectamos como un gran espectáculo popular” (El País, 2011). En 1993 Kate Moss desfilaba para Javier Larrainzar y Naomi Campbell añadía carácter a la propuesta de Victorio and Lucchino tras el cobro de “dos millones y medio por los cuatro trajes que mostró” (El País, 1993). Tras los días de vinos y rosas llegan las desavenencias.
En 2000 surge un grupo de diseñadores disidentes: Jesús del Pozo, Roberto Verino, Antonio Pernas, Ángel Schlesser y Debota & Lomba, descontentos con la organización, deciden no desfilar en Cibeles y montárselo por su cuenta. La riña duró poco y en 2002 regresan, después de que se respondiera a sus reclamaciones.
Otros diseñadores como Custo Dalmau, Amaya Arzuaga o Josep Font optan por traspasar fronteras y desfilar en el extranjero. Si Dalmau escoge Nueva York, Arzuaga y Font van a París. Este último recibe en 2007 el privilegio de la Federación Francesa de la Alta Costura de unirse al calendario de la alta costura. En 2000 se trabaja desde el Gobierno en una posible unión de Gaudí y Cibeles para la creación de una pasarela única. Muchos de los diseñadores se mostraban partidarios, pero las diferencias en la manera de hacerlo son irreconciliables. Mientras algunos reivindicaban Barcelona como el “Milán español”, otros proponen moda de mujer en la capital y la de hombre en la ciudad catalana. Incluso se llegó a considerar hacerlo por temporadas. Ninguna de las ideas prosperaron y la pretensión más ambiciosa del Plan Global de la Moda lanzado durante el Gobierno de Aznar quedó en papel mojado.
Gran revuelo
Con un provocativo desfile en el que las modelos pasaron con la cara tapada y sogas al cuello, David Delfín debuta en 2002. Causó un gran revuelo y marcó el inicio de un esperado y lento relevo generacional. El cambio entre la vieja y la nueva guardia se realizó de en Cataluña de forma abrupta y desde la Administración. En 2005, de un plumazo y como resultado de un revelador informe del profesor del IESE José Luis Nueno que concluía que el modelo no funcionaba y que había una sobredosis de financiación pública, se dio por terminada la Pasarela Gaudí y la BCN Fashion Week.
Pero el nuevo plan también tenía que ver con otras cosas. El éxito de la primera edición del salón alemán Bread & Butter en Barcelona ese mismo año abrió nuevos horizontes. Con 45.000 visitantes, ofrecía una interesante salida por la tangente a la recurrente dicotomía Barcelona-Madrid. Aunque el espejismo duró poco: tras llegar al zenit de participación en 2008, el festival regresó a Berlín. Apeado de su Gaudí, Paco Flaqué estuvo vinculado hasta el día de su muerte con la pasarela de moda nupcial más importante del mundo.
En 2006 nace EGO, una plataforma de apoyo al diseño emergente. Paralelamente, la Generalitat anuncia en 2007 que asume la gestión directa de la moda y esboza el modelo actual de la 080 con una clara apuesta a los diseñadores más jóvenes. Ambos proyectos beben de las ideas del Circuit de Barcelona, una pasarela de marcas alternativas ideada por la diseñadora Paula Feferbaum. Desde otras provincias nacen iniciativas que ofrecen una mirada más fresca: la pasarela abierta de Murcia, el Festival de Benicàssim o el South Cádiz se transforman en lanzaderas de los jóvenes.
En 2012 Mercedes-Benz se convierte en patrocinador principal y la pasarela pasa a llamarse Mercedes-Benz Fashion Week Madrid. Seis meses después, Inditex se suma a los grandes patrocinadores. Hoy su presupuesto ronda los tres millones de euros, de los que el 65% procede de patrocinadores, un 30% de Ifema y un 5% de los diseñadores. En Barcelona, la 080 cuenta con 1,3 millones de presupuesto y el 70% es público.