El paro es la primera preocupación de los españoles en casi todas las ediciones del barómetro del CIS desde su creación en 1985. Solo cuando el terrorismo se ha recrudecido y la economía, en plena euforia y camino de la burbuja, creaba puestos de trabajo a velocidad de crucero al inicio de la primera década de este siglo, el paro cedía el primer puesto. Explicación: en la España democrática la tasa de paro ha superado el 20% en tres veces y ahí se ha quedado durante años. Pero ese lamentable porcentaje, que dice tanto de una economía y casi no encuentra parangón en el mundo, oscurece tendencias que no se han detenido con crisis o sin ella en 40 años. Tendencias que arrojan un mercado laboral más femenino, más formado, más precario, menos agrario, menos industrial y con inmigrantes.
En los años ochenta España era un país estancado entre los 11 y los 13 millones de empleos, incapaz de dar trabajo a los millones de personas que perdían su empleo, a los jóvenes que se incorporaban al mercado laboral y a los emigrantes que volvían al país atraídos por la democracia y expulsados de otros sitios por la crisis del petróleo. La tasa del paro muy por encima del 10%, y ahí se quedó entre 1980 y 2005. No bajó de ese listón hasta 2006, en plena burbuja elevó el número total de empleos por encima de los 20 millones, en 2006. Un espejismo que se desplomó rápido y disparó el desempleo hasta los seis millones de parados.
¿POR QUÉ EL PARO EN ESPAÑA SIEMPRE ES ALTO?
Cuando esos grandes datos se desmenuzan, aparecen los detalles de un mercado de trabajo muy cambiado en 40 años. Las mujeres se han ido incorporando de forma inexorable al mercado de trabajo. En 1976, la tasa de actividad femenina era del 28,8%. A finales de 2015 este índice se situaba en el 53,8%. El papel de la mujer en el incremento de la actividad laboral durante los últimos 40 años es decisivo. Ni el hundimiento de la ocupación durante la Gran Recesión frenó el fenómeno, incluso puede decirse que lo aceleró.
La incorporación de la mujer al mercado de trabajo va de la mano de la perdida de protagonismo de la agricultura y la industria, donde la presencia masculina es amplia, y el crecimiento del empleo en el sector servicios. La mano de obra que empleaban los dos primeros hace cuatro décadas superaba con holgura el 20% en cada caso. Ahora el sector primario apenas da trabajo para un 4% de ocupados, y la industria roza el 14%.
Volvemos, una web que busca empleo a los jóvenes españoles emigrados
Los servicios, en cambio, han asumido todo ese caudal de empleo e, incluso, lo han superado. Este trasvase también ha venido acompañado del incremento de la mano de obra formada. Los analfabetos suponían en 1976 el 11% de toda la fuerza laboral que había en España, hoy apenas suponen el 0,4%, según la última EPA. En este periodo de tiempo, el colectivo que tiene un mayor protagonismo son los universitarios, el 38% de los ocupados.
En 1976, la tasa de actividad
femenina era del 28,8%.
A finales de 2015 este índice
se situaba en el 53,8%
Pero la evolución del aumento de universitarios ha ido en paralelo al aumento del empleo temporal. En 1984 se abrió la mano a los contratos eventuales, hasta entonces casi residuales. La medida tuvo éxito cuando la economía comenzó a reflotar. El empleo temporal creció rápido. Pero fue la vía por la que coló una enfermedad que todavía colea.