Núria Espert protagoniza la cuarta entrega de Mi primera vez con EL PAÍS, en la que algunos de los personajes más destacados de las últimas cuatro décadas explican su relación con el diario líder en español. Tenía 40 años cuando murió Franco. Estaba haciendo ‘Divinas palabras’, de Valle Inclán, en París. Una audición ante el dramaturgo Josep María de Sagarra la llevó al escenario y de ahí a una gloria en la que sigue instalada y que le ha hecho ganar el Premio Princesa de Asturias de las Artes.
Su primera experiencia como lectora de EL PAÍS fue en casa del crítico teatral y guionista Enrique Llovet. Núria Espert (L’Hospitalet de Llobregat, 1935) sonríe al recordarlo tanto tiempo después. “Me dijo que el primer número del periódico tenía tantas erratas que bien podría llamarse ‘El Pías’. Me hizo mucha gracia”. “El primer día que vi EL PAÍS, lo empecé a ojear maravillada. Comencé a comprarlo al día siguiente y no he dejado de hacerlo hasta hoy”.
Cuarenta años. ¿Qué ha pasado en este tiempo que le haya completado como ser humano?
La Transición. Ha pasado la Transición, ¿le parece poco? Todo el tiempo que duró esa etapa de cambio fui feliz y lo recuerdo con agradecimiento.
¿Qué hubo antes de la Transición?
Mucho miedo y temor. Pensé muchas veces en afiliarme a un partido porque me sentía políticamente muy sola e ir por libre no te granjeaba ningún respeto. Pero no lo hice, y ahora me alegro muchísimo.
El franquismo fue una época muy oscura. ¿Su sombra ha proseguido en estos últimos 40 años?
Esas cosas no se borran ni en una generación ni en dos ni en tres. Es mucho el daño. Los nacidos después de estos 40 años creen que no llevan nada encima. Pero sí lo llevan, porque está en la vida de todo el país, en lo que nos gusta y hacemos.
¿Cómo afectó el franquismo a la cultura española? ¿Qué consecuencias tuvo?
Muchas y tristes. La cultura sufrió muchísimo. No sé si las grandes empresas, los hospitales y demás lo pasaron igual de mal, pero nosotros necesitábamos libertad para poder hacer nuestro trabajo. Fuimos muy, muy damnificados.
Gracias a usted hemos visto a Genet, a Lorca, a Valle Inclán, a Shakespeare… ¿No es para sentirse orgullosa?
Si hablamos de esta cosa tan pequeñita que es la carrera y la vida de uno, el balance es completamente distinto, de mucho agradecimiento a la vida que me ha dado tanto, a la salud… Estoy contenta conmigo misma por haber conseguido conciliar mi trabajo con una familia muy pequeña pero maravillosa y me han pasado un montón de cosas extraordinarias. Personalmente he tenido mucha suerte.
Fotogalería: Núria Espert, la gran dama del teatro español
¿Encuentra que con la Transición se miraba la cultura con mayor respeto por parte de los poderes públicos?
No. En ninguno de los Gobiernos, de cualquier color. Josep Borrell estaba reunido con gente de la cultura cuando aspiraba a la presidencia del Gobierno y yo le había preguntado por qué creía que la gente de la cultura se había alejado del PSOE. Cuando me iba a responder recibió una llamada que luego le hizo dimitir, de modo que la pregunta se quedó sin respuesta.
¿Hemos aprovechado el desafío de libertad que supuso la Transición?
En las disciplinas que conozco sí se ha aprovechado esa libertad, quizá no con ese esplendor y brillo con el que soñábamos, pero en la cultura sí se ha aprovechado. Estamos en un momento realmente espléndido.
¿Ha madurado más el público que la sociedad? Hay un público muy atento al teatro en España…
Sobre todo en los últimos cinco o seis años se ha producido algo fuera de lo común, una revitalización notable y notoria teniendo en cuenta problemas económicos letales para la gente y la desaparición de la clase media. Sin embargo, los buenos espectáculos reciben un apoyo del público que no se recibía desde el final del franquismo.
Tiene dos veces 40 años. ¿Sabe de dónde le viene la energía?
No, no lo sé. Trabajo todos los días de la semana con uno de pausa y no he estado cansada ni afónica. Estoy muy agradecida a mi cuerpo aunque se va resintiendo, tengo un problema en los pies desde hace un mes, llevo unas plantillas que me ayudan pero es maravilloso tener esta energía poder trabajar todos los días.