María Luisa Zevallos de Incháustegui

El 1 de Febrero de 1985Juan Pablo II arribó al Aeropuerto Jorge Chávez de Lima Perú,donde fue recibido por el Presidente Fernando Belaúnde Terry, uno de los mandatarios reconocidos como de los más honestos del mundo.
Mi esposo Juan Incháustegui era un joven ingeniero,que había sido nominado como Ministro de Estado en la Cartera de Energía y Minas y estuvo presente.
Belaúnde lo nombró su representante,para recibirlo en el Cusco dos días después.El sabía que la anciana madre de Juan era cusqueña y residía en la ciudad. Fue así, como yo participé de tan magno evento. Viajamos con antelación,para realizar las coordinacines necesarias.
El día 3 aterrizó el avión del Papa en el Aeropuerto Velasco Astete del Cusco.Al pie de la escalinata,mi esposo conmovido recibió a Su Santidad,junto con autoridades eclesiásticas y políticas de la ciudad. Las esposas de tan importantes personajes locales, fuimos acomodadas de pie a cierta distancia formando una fila,no faltaron los empujones y las protestas por conseguir el mejor sitio. Al centro la anciana madre de mi esposo,con su cabecita blanca,de baja estatura y gordita que ya pasaba los ochenta años,se aferraba de mi brazo, hasta hacerme tambalear. Le dije con cariño: No se asuste que yo la sostengo,estoy segura que el Papa pasará cerca de nosotras y nos dará su bendición,ella me miró ilusionada y me sentí feliz de compartir esta vivencia con mamá Irene.
El Papa fue declarado CIUDADANO DE HONOR.
Con su paso firme y seguro,acompañado de mi esposo,se acercó hacia el grupo de señoras y sin dudar se dirigió hacia mi suegra, la única ancianita de cabecita blanca del grupo,le rodeó su rostro con sus manos y le besó la frente,había tanta emoción ,que nadie oyó lo que dijo. Luego nos repartió bendiciones y se alejó con premura. Abracé fuertemente a mi madre política y enjugué sus lágrimas de felicidad con mis besos. ¡Qué más se podía pedir!
Riadas de gente se movilizaba en la ciudad desde la madrugada, rumbo a la Fortaleza de Sacsahuamán, el camino no es nada fácil, hay que subir una cuesta empinada,pero jóvenes, niños y mayores,todos emprendieron el camino.Parecía que el tiempo se hubiese detenido, todos imbuídos de fe y esperanza,como hermanos en pos del representante de Cristo,subían cantando,llenos de alegría.
En lo que fue el trono del Inca, en la gran fiesta del dios sol Inti, la más importante del Imperio,allí mismo pusieron la silla para el Papa,rodeada de otras sillas para la comitiva.Yo tuve la suerte de sentarme detrás de Juan Pablo II,quién previamente coronó a la imagen de la Virgen de Paucartambo. Luego se ubicó en su lugar,desde donde se dominaba toda la explanada y se podía ver al frente los inmensos bloques de piedra,que eran parte de la Fortaleza. Sin las ayudas de la tecnología moderna, desde su sitio, su viz era claramente escuchada en toda la gran extensión. El paisaje era impresionante,la multitud te dejaba sin aliento. De pronto un ruido misterioso,penetrante,lastimero,rompió el silencio,cientos de pututos o caracolas marinas,traídas desde la costa norte, sonaron al unísono. Todos expectantes ante la ceremonia, participabamos como si la historia, nuestra historia,se repitiera,pero esta vez, no era el Emperador Inca, ante quien todos nos sobrecogiámos,esta vez ante el representante de Cristo, el mismo que nos hablaba en español y nos bendecía.
Desde este puesto privilegiado, vi al gentío vestido con sus ropas tradicionales,sus ponchos,llicllas y chullos multicolores, hincarse sobre sus rodillas, para venerar a Cristo Jesús.
Lo más importante para mi,sucedió cuando al volverse el Santo Padre a bendecir a todos,su mirada se cruzó con la mía, me sentí levitar y por un segundo vi con sus ojos la magestuosidad del es enario y la devoción de los asistentes. Siempre daré gracias a Dios, por haber podido vivir semejante experiencia