El Libro de Estilo de EL PAÍS constituye una referencia para este diario y para muchos otros. Un manual que acoge normas de conducta periodística y pautas de escritura en una profesión que depende de la letra, del acento y de la palabra incluso para los que trabajan con la voz. Nacida a iniciativa de Juan Luis Cebrián, la publicación comenzó a gestarse casi a la vez que el periódico, según cuenta el periodista Álex Grijelmo, responsable de la primera edición que se comercializó en librerías (1990). “Al principio el Libro de Estilo albergaba solamente unas reglas de orden interno, y no se publicaron”, recuerda. Su objetivo fue y es “dar coherencia a los textos del diario y marcar unas normas de conducta”, resume.
El Libro de Estilo fue el primero del que se dotaba un diario en España. Como diría el catedrático de la comunicación José Luis Martínez Albertos, se trataba de un manual de segunda generación. Grijelmo traduce: incorporaba principios éticos y formas de comportamiento profesional (no sólo cuestiones lingüísticas). “Por eso sirvió como referencia para muchos otros periódicos. Su repercusión en América está muy vinculada al prestigio de EL PAÍS en las naciones hispanohablantes. Y ese éxito lo hemos vivido con satisfacción, como es lógico; y también con mucha responsabilidad. El Libro de estilo es un contrato que hemos firmado con millones de lectores, y sabemos que nos vigilan cada día”, agrega.
La primera edición del Libro de Estilo (1980) corrió a cargo de Julio Alonso, entonces redactor jefe del diario, y en el periódico desde su fundación hasta 1990. Juan Luis Cebrián llegó a definir así el trabajo de Alonso (quien falleció en 2009) en el prólogo de esa edición: “El libro de Estilo es el fruto de la experiencia de casi cuatro años de periódico y ha sido elaborado por un amplio equipo de responsables de las áreas informativas del diario. No sería de justicia, sin embargo, no mencionar aquí la tarea ímproba de Julio Alonso, redactor jefe de EL PAÍS, que ha coordinado los trabajos, ordenado y sintetizado el diccionario y aportado numerosas sugerencias”.
Grijelmo, que había coincidido en la redacción con Alonso, heredó su responsabilidad respecto al manual de estilo. “No sé cuál fue su método de trabajo para la edición original (1976), pero en aquel libro (de unas cuantas páginas) ya estaban todos los cimientos éticos y profesionales que continúan vigentes”, recuerda Grijelmo.
Ahora nos parece normal la afirmación de que “los rumores no son noticia”, pero entonces “se publicaban en los diarios muchos rumores (¡diciendo incluso que lo eran!)”
Por ejemplo, ahora nos parece normal la afirmación de que “los rumores no son noticia”, pero entonces “se publicaban en los diarios muchos rumores (¡diciendo incluso que lo eran!)”, recuerda Grijelmo. “También estamos acostumbrados a que la firma de un periodista figure en la primera línea de composición, pero en aquellos años el autor aparecía al final del texto”. “Yo creo que eso fue una forma de dignificar el trabajo del periodista y de resaltar su responsabilidad. Algunas de aquellas normas que EL PAÍS se dio a sí mismo se han ido extendiendo a casi todos los diarios”, añade.
Para la edición de 1990, Grijelmo empleó un año de trabajo, “compatibilizado con otras misiones en la redacción”. Se trata ya de una versión con una estructura diferente, con una primera parte para las cuestiones éticas y profesionales y con otra para el vocabulario y las siglas.
Igual que el Diccionario de la Real Academia, que se actualiza al ritmo de la sociedad, el Libro de Estilo ha sufrido modificaciones. El vocabulario ha cambiado, como lo han hecho los nombres de países o han aparecido nuevas palabras… Pero la primera parte (la que recoge la ética y las normas profesionales) se ha mantenido casi íntegra, sin apenas supresiones. “Ahora bien, en la edición de 2013 se han incorporado muchos preceptos para recoger cuestiones como la nueva narrativa multimedia, el uso del vídeo, la publicación en Internet o el derecho al olvido, que nosotros regulamos antes de que se conociera la sentencia europea al respecto”, concluye Grijelmo.
El periodista en la era digital
Álex Grijelmo, responsable del Libro de estilo de EL PAÍS
Álex Grijelmo, nacido en Burgos en 1956, es periodista y escritor. Llevan su firma libros como El estilo del periodista, La seducción de las palabras, Defensa apasionada del idioma español, La información del silencio… Llegó en 1983 a EL PAÍS, en cuya redacción ha desempeñado varias funciones.
La entrada del mundo digital ha hecho que los periodistas escribamos con más rapidez. ¿Cree que eso queda patente en los textos? ¿Cometemos más faltas gramaticales y de ortografía que antes?
El periodista debe escribir deprisa y bien. Eso es la esencia de este oficio. No vale escribir deprisa y mal, ni despacio y bien. Ser periodista es escribir deprisa y bien. Y lo saben perfectamente quienes trabajan en las agencias de noticias, que van a toda velocidad. Yo he bromeado a veces cuando alguien se excusaba por la rapidez, y le decía: “Lo mismo se tarda en escribir ‘burro’ con be que con uve”. El problema no es la prisa, sino si sabes cómo se escribe ‘burro’. No sé si los nuevos periodistas escriben con más faltas que los anteriores, no dispongo de datos para una afirmación así. Pero sí tengo la sensación de que a los nuevos periodistas les importa menos cometer faltas.
¿El mundo digital ha cambiado esa tendencia?
No lo creo. Quien escribe mal, escribe mal un reportaje para el que tiene una semana de plazo. Quien escribe bien, escribe una noticia correcta y a toda velocidad. Y quien muestra un mayor talento, una mejor estructura de sus textos, quien se hace entender mejor, quien aporta mejores argumentos en sus artículos… es quien no comete faltas de ortografía. Las faltas de ortografía no aparecen solas, van ligadas a otras carencias.
Usted, como responsable del Libro de estilo de EL PAÍS, ¿cree que los periodistas de la casa lo seguimos adecuadamente?
La verdad, creo que en eso hay camino para mejorar.
¿Qué nota otorga en gramática a los periodistas?
No sé, hay de todo en la clase… Y las notas deben ser siempre individuales. Dame un folio escrito y te digo enseguida si su autor me parece buen periodista o no.