La necesaria reconversión silenciosa

La industria energética, que venía tremendamente atomizada del franquismo, ha experimentado un intenso proceso de concentración

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Cepsa está instalada en el rascacielos que Norman Foster diseñó para Repsol en Madrid. / Vicent Isore/IP3

La fisonomía del sector energético en 1976 era bien distinta a la actual por diversas razones. La primera y fundamental es que España salía de una autarquía en la que la política energética no había sido precisamente un dechado de efectividad y la distancia con el resto del mundo era notable por todos los flancos, a veces abismal. La fotografía fija en aquel despertar español a la democracia era la siguiente: un sector de hidrocarburos controlado en su mayor parte por el Estado a través del Instituto Nacional de Industria (INI), con algunas empresas privadas pertenecientes a entidades financieras; un sector gasista incipiente; un sector eléctrico muy atomizado con mayoría de capital privado y un sector del carbón muy subvencionado que empezaba a mostrar debilidades.

Vayamos por partes. El mapa de la industria petrolífera era un puzle, con empresas que se habían ido creando en torno a Campsa (Compañía Arrendataria del Monopolio de Petróleos, SA), fundada en 1927 bajo la dictadura de Miguel Primo de Rivera. Y, a partir de 1941, del INI, constituido bajo el modelo italiano para impulsar la industria nacional con un férreo control estatal bajo la gestión del general Suanzes y en el que, precisamente, había recaído Campsa.a fisonomía del sector energético en 1976 era bien distinta a la actual por diversas razones.

La primera y fundamental es que España salía de una autarquía en la que la política energética no había sido precisamente un dechado de efectividad y la distancia con el resto del mundo era notable por todos los flancos, a veces abismal. La fotografía fija en aquel despertar español a la democracia era la siguiente: un sector de hidrocarburos controlado en su mayor parte por el Estado a través del Instituto Nacional de Industria (INI), con algunas empresas privadas pertenecientes a entidades financieras; un sector gasista incipiente; un sector eléctrico muy atomizado con mayoría de capital privado y un sector del carbón muy subvencionado que empezaba a mostrar debilidades.

La industria energética,
atomizada en el franquismo,
ha experimentado un intenso
proceso de concentración

La primera actuación del INI en este campo fue la creación de la Empresa Nacional Calvo Sotelo (Encaso), en homenaje al exministro de Hacienda de Primo de Rivera muerto al comienzo de la Guerra Civil, comenzando sus actividades en Puertollano (Ciudad Real) y Cartagena (Murcia). Más tarde se constituiría Repesa (Refinería de Petróleos de Escombreras, SA) y Entasa (Empresa Nacional de Petróleos de Tarragona), propiedad de Asesa (Asfaltos Españoles, SA). Todas públicas.

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Sede de Iberdrola en Bilbao. / Getty Images

El 28 de noviembre de 1974 se fusionan Repesa, Calvo Sotelo y Entasa y crean Enpetrol (Empresa Nacional de Petróleos), de la que el Estado es propietario en un 71,7%. También existía Petrolíber, en principio privada y con planta en A Coruña, y que, tras nacionalizarse, acabaría fusionándose con Enpetrol, en 1984. También ese año se integrarían Eniepsa (Empresa Nacional de Investigación y Exploraciones Petrolíferas, SA) e Hispanoil, que pasó a ser de titularidad estatal, al vender Cepsa, el grupo Fierro y Petrolíber. Completaban el mapa las petroquímicas Alcudia, Calatrava, Montoro y Paular, algunas también de origen privado que habían acabado en el INI; Enagás (Empresa Nacional del Gas), creada en 1972, y Butano, un año después.

A toda esa panoplia de empresas públicas se unían varias firmas privadas. La más veterana era la citada Cepsa (Compañía Española de Petróleos, SA), fundada en 1929 por los empresarios Juan Lliso y Eduardo Recasens y que levantó su primera refinería en Tenerife, ya que la Ley del Monopolio de Petróleos de 1927 prohibía instalar industrias del sector que no fueran públicas en territorio peninsular. Luego ya tendría plantas en el campo de Gibraltar y se quedaría con la de La Rábida (Huelva) de Explosivos Río Tinto (ERT).

Cepsa estaba muy bien vista por el régimen por haber facilitado el suministro de combustible al ejército rebelde durante la Guerra Civil. Luego estaría bajo la órbita del Banco Central hasta la venta a la francesa Total, que la vendería a IPIC, firma del emirato de Abu Dabi, socio de la firma desde 1988.

También de la esfera privada era Petromed (Petróleos del Mediterráneo), con la que Banesto quiso responder al Central levantando una refinería en Castellón. Con el tiempo sería adquirida por British Petroleum (BP). Y Petróleos del Norte (Petronor), constituida por los bancos vascos Bilbao y Vizcaya, la Caja de Ahorros de Vizcaya, ERT, Gulf Oil y Campsa en Somorrostro (Vizcaya), en 1968. En 1979, Petróleos Mexicanos (Pemex) se haría con el 15%, que elevaría a casi el 35% en 1981, y, posteriormente, se integraría en Repsol.

El Gobierno del PSOE
privatizó las empresas
públicas rentables

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Cuarteles generales de Endesa en Madrid. / Bloomberg

REORDENACIÓN CANTADA. Y así se llega a 1976. La reordenación estaba cantada, aunque hasta 1981 el Gobierno de UCD no crea el Instituto Nacional de Hidrocarburos (INH), desgajando del INI todas las firmas de hidrocarburos públicas. Fue el primer paso para la creación en 1987 de Repsol, cuyo nombre proviene de una marca de lubricantes de la antigua Repesa.

El siguiente paso, ya con el Gobierno socialista, fue la privatización, al igual que el resto de empresas públicas rentables (no sería así con Hunosa y los astilleros). En 1989 lanzó una oferta pública de venta en Bolsa del 26% de Repsol, que salió a cotizar en España y Nueva York. La privatización culminó en 1997, ya bajo mandato del PP. Paralelamente, Repsol adquirió Petronor (Kutxabank mantiene el 15%) e inició su expansión exterior, que tendría su hito principal con la adquisición de la argentina YPF, expropiada por el Gobierno de Cristina Fernández en 2014.

En paralelo, la estructura de capital de Repsol fue cambiando. De los iniciales (La Caixa, BBVA y Pemex), el banco vasco salió en 2006. Luego entró la constructora Sacyr con el 20% y el grupo mexicano rompería sus relaciones tras alinearse con Sacyr en el intento de ésta de dar un golpe de estado y el Gobierno argentino. La expropiación de YPF obligó a Repsol a comprar la canadiense Talisman en diciembre de 2014.

En aquellos años de reordenación, el Gobierno procedió a suprimir el monopolio de Campsa que, de acuerdo al Tratado de Roma, tenía que desaparecer en 1992. La transformación se hizo por fases. Campsa adquirió los activos del monopolio (oleoductos, factorías, almacenes, barcos…), para que después el INH lanzar una opa sobre ella. Asimismo, las empresas refinadoras españolas (Repsol, Cepsa y BP) tomarían la mayoría de capital (recientemente se han desprendido de ella) y la antigua arrendataria pasaría a llamarse Compañía Logística de Hidrocarburos (CLH).

VISIONARIO DEL SECTOR. En 1991, se había creado también Gas Natural a partir de la Empresa Nacional del Gas (Enagás), Gas Madrid y Catalana de Gas, esta última fundada y controlada en los años sesenta por el empresario catalán Pere Duran Farell, que fue un visionario del sector. Él fue quien llegó a acuerdos con Argelia y Libia para suministro de gas natural a España mediante barcos que atracaban en Barcelona, donde había construido una planta de regasificación (con el tiempo se construirían los gasoductos a través del norte de África y el estrecho de Gibraltar). Enagás, creada en 1972 bajo los auspicios del INI, se encargó de montar la infraestructura para distribuir el gas natural, mientras Gas Natural se centró en la distribución. Luego vendría su expansión en el exterior, especialmente Latinoamérica.

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Si el sector de hidrocarburos estaba atomizado, en el eléctrico la dispersión era mayor. Las compañías eléctricas habían hecho un reparto geográfico del mercado. De esa forma, en 1976, Fuerzas Eléctricas del Noroeste (Fenosa) se asentaba en Galicia; Hidrocantábrico, en Asturias; Electra de Viesgo y Saltos del Nansa, en Cantabria; Iberduero, en el País Vasco y gran parte de Castilla y León; Eléctricas Reunidas de Zaragoza (ERZ), en Aragón; Hidroeléctrica de Cataluña (Hidruña), Fuerzas Eléctricas de Cataluña (Fecsa) y Fuerzas Eléctricas del Segre, en Cataluña; Unión Eléctrica Madrileña e Hidroeléctrica Española (Hidrola) en el centro de España, Comunidad Valenciana y Extremadura; y Sevillana de Electricidad, en Andalucía. En las islas Baleares se encontraba Gas y Electricidad (Gesa) y en las Canarias, Unelco. Además estaban la Empresa Nacional de Electricidad (Endesa) y la Empresa Nacional Hidroeléctrica del Ribagorzana (Enher), fundadas en 1944 y 1946 respectivamente por el INI, la primera para dar salida al carbón nacional y la segunda en la cuenca del río que le da nombre en Cataluña.

Ese era el panorama de este negocio, que presumía de dirigir desde el sanctasanctórum de la asociación Unesa que presidía José María de Oriol (presidente a su vez de Hidrola) la política eléctrica del país dejando al margen al INI y a Endesa. Pero, con la llegada del PSOE, el sector comenzó a dar un vuelco total. Endesa, que ya se había hecho con el control de Gesa y Unelco años antes, inició una carrera de absorciones que comenzó en 1983 con la compra de ERZ y la incorporación de Enher y Encasur.

En 1987, el INI lanza la primera oferta pública de venta para dejar el capital público en el 75,6%. En paralelo, sigue haciendo adquisiciones (Electra de Viesgo, Fecsa, Sevillana, Saltos del Nansa…), con lo que entra también en la distribución y genera una gran polémica en la vieja guardia del sector. Precisamente, Hidrola se hace con Hidruña para evitar que lo haga Endesa, aunque no le sea rentable. Al tiempo, comienza su expansión en el exterior.

El crecimiento de Endesa hizo reaccionar a sus competidores dando lugar a la fusión de Iberduero e Hidrola en la actual Iberdrola, en 1992. En tercer lugar queda Unión Eléctrica Fenosa, que fue la primera fusión importante del sector, en 1982.

En el primer mandato de Aznar se acaban las grandes privatizaciones y Endesa pasa a estar controlada por capital privado en su totalidad. Para esas fechas, el sector se había reducido a cinco unidades, que podían ser menos si hubiera prosperado en 2000 la fusión de Iberdrola y Endesa, que fue frustrada por el Gobierno del PP al poner unas condiciones leoninas.

Pero no acabaron ahí los golpes de efecto. Tres años después, Gas Natural intentó una opa sobre Iberdrola que no prosperó. Y en 2005, bajo el Gobierno de Zapatero, lo volvió a intentar, pero esta vez sobre Endesa, provocando un movimiento telúrico que implica al Ejecutivo y al PP. La empresa, presidida por Manuel Pizarro, hombre cercano al PP, busca un caballero blanco (la alemana E.ON) para contraopar. Al final, Gas Natural se retira y, E.ON se reparte Endesa con la italiana Enel y la española Acciona, que había buscado el Gobierno para contrarrestar al PP.

Reparto de poder. E.ON se queda con Viesgo y otros activos de Endesa, y Enel y Acciona comandan la antigua empresa pública, pero no se entienden. La empresa de la familia Entrecanales se retira con activos eólicos y Enel queda sola al mando. La antigua empresa pública privatizada pasa a una empresa pública italiana.

Gas Natural, mientras tanto, sigue con ganas de crecer en el sector eléctrico y se hace con Unión Fenosa, cuya mayoría había sido adquirida por la constructora ACS. A la tercera fue la vencida y la compañía catalana (controlada por La Caixa y Repsol) se quedó como tercera en discordia. El sector se completa con Hidrocantábrico, ahora dominada por la portuguesa EDP, y Viesgo, que ha hecho un viaje de ida y vuelta para recuperar el nombre tras su paso por Endesa y E.ON.

A todo esto, se produce la irrupción de las energías renovables, que reciben un apoyo político. Las subvenciones provocan que se acerquen inversores de todo tipo y se desarrolle el sector mucho más de lo necesario, atomizando el sector. Eso y el excesivo déficit de tarifa que alcanza el sector desde los primeros 2000 obligan a una cirugía urgente y que las subvenciones se reduzcan drásticamente.


El negro futuro del carbón

La industria del carbón, localizada en tres zonas muy concretas de España (Asturias, León y Teruel) se ha precipitado a ser casi testimonial. La política autárquica del régimen de Franco prohibió la importación de carbón y propició la construcción de centrales térmicas para quemar este mineral hasta que con el Plan de Estabilización de 1959 se abrió la mano. En paralelo, el carbón empezó a ser sustituido por otras fuentes de energía, lo que da lugar a una larga crisis que se acrecienta con la entrada en Europa.

En la industria del carbón, explotado desde el siglo XIX, la mayor parte de las empresas eran privadas. Estaba muy atomizada, casi tantas como pozos. Con el paso del tiempo se van produciendo concentraciones y nacionalizaciones, que durante el franquismo se concretan con la constitución de Hulleras del Norte (Hunosa) en Asturias, con mayoría del INI. La empresa es una máquina de perder dinero aunque con mucha fuerza social, que no obstante, no puede evitar que el sector disminuya su actividad y pierda mano de obra. De los más de 50.000 trabajadores que había en España en 1976 se ha pasado a menos de 8.000 en la actualidad.

Por Miguel Ángel Noceda