El manejo de ingentes cantidades de datos y la miniaturización marcan los avances en diagnósticos y tratamientos sanitarios
En 1976, año de nacimiento de EL PAÍS, la tecnología sanitaria estaba en lo que se creía que era un momento de dulce. Aparte de los búnkeres para la radioterapia, ya había bisturíes láser y, a los rayos X, se había unido la tomografía axial computerizada (TAC) para ver el interior del cuerpo, y había desarrollos de la tomografía por emisión de positrones (PET). Todo un arsenal para la innovación en tratamientos.
Pero la incipiente tecnología iba a dar un salto de calidad y complejidad. Apenas cuatro años antes, en 1972, salió al mercado Pong, la primera consola de videojuegos Atari. Era el síntoma del cambio que se avecinaba.
El salto se vio con toda su potencia en 2000. En esos 27 años, el desarrollo de la informática y las tecnologías asociadas y aplicadas a la sanidad llevó a la construcción del cirujano más famoso del mundo, con permiso del doctor Christiaan Barnard, el sudafricano que realizó el primer trasplante de corazón en 1967. Pero esta vez no se trataba de una persona. El robot quirúrgico Da Vinci representa la aplicación de todo lo aprendido con los videojuegos a la medicina. El aparato permite operar a distancia, aunque casi siempre el médico que lo maneja está a pocos metros del paciente. Dotado de cámaras que permiten seguir el proceso con toda exactitud, evita errores debidos al cansancio que pueda producir el cirujano, lo que mejora el posoperatorio.
Potente imagen
Aunque se llama robot quirúrgico, en verdad el Da Vinci no es programable y no puede actuar solo, pero se ha convertido en una referencia (por ejemplo, muchas clínicas privadas lo publicitan como uno de sus grandes activos). Su imagen es tan potente que, aunque ha habido sucesivas versiones mejoradas, no se le ha cambiado el nombre.
El uso del Da Vinci está muy relacionado con el avance más destacado en cirugía: la mínimamente invasiva. En 1987 se realizó la primera extracción de una vesícula (colecistectomía) con esta técnica. Básicamente, consiste en no abrir grandes rajas, sino en operar a través de dos o tres orificios pequeños por los que se introducen cámaras, bisturíes, succionadores… Con ello se simplifica mucho el posoperatorio.
En 2007 se produjo otro avance en esta línea: la cirugía mínimamente invasiva a través de orificios naturales. La idea es llegar al abdomen a través del recto, la boca, uretra, el útero. Reduce el traumatismo en el abdomen y el dolor posoperatorio, y tiene una ventaja estética porque no produce cicatrices en el vientre.
Otra manera de llegar hasta el interior del cuerpo con las menores molestias posibles es la cápsula endoscópica, una especie de píldora que se traga y graba todo lo que ocurre en el aparato digestivo en su recorrido hasta que se expulsa por el ano. Se empezó a usar en 2000, y evita las molestas endoscopias.
Esta nanocámara es solo la punta de lanza de la nanotecnología o, más en general, de la tendencia a hacer los aparatos más pequeños y manejables. Un caso extremo es la incubadora portátil presentada en 2014 que sirve para atender a prematuros con un dispositivo plegable que pesa menos de 10 kilogramos.
Pero la todopoderosa tecnología aún no ha conseguido sustituir los dos órganos básicos de todo animal: el cerebro y el corazón. La complejidad del primero solo permite, de momento, usar técnicas de imagen para ver qué áreas se activan con cada proceso e, incluso, traducir sus órdenes para mover cursores de un ordenador (2009) o prótesis (2014) con el cerebro. Como en los siglos XV y XVI de los grandes descubrimientos, todavía se está solo en la fase de hacer los primeros mapas completos de su actividad. La Unión Europea y Estados Unidos lanzaron sus respectivos proyectos para el cerebro humano en 2013.
El corazón es mucho más sencillo. Básicamente es una doble bomba que envía sangre a dos vasos de salida. Pero su funcionamiento tiene que estar afinado. Debe ajustar su potencia a las necesidades del paciente y llevar un ritmo exacto que evite la formación de trombos. También hay que asegurar que las baterías se cargan fácilmente, y conseguir que no pese demasiado ni ocupe más de lo que lo haría un corazón natural. En 2001 se implantaron modelos de Abiocor, el que iba a ser el primer corazón implantado autónomo.
Prótesis
Las dificultades del proceso han llevado a otra solución: en vez de cambiar el corazón entero, se añaden prótesis al ventrículo izquierdo (la bomba que debe tener más potencia, porque tiene que enviar la sangre a todo el cuerpo menos la que va a purificarse a los pulmones). Estos dispositivos de asistencia ventricular empezaron a usarse hace 20 años.
Aunque no sea una aplicación tecnológica, sí que ha sido un éxito sanitario la ejecución de los primeros trasplantes múltiples (1999), que han llevado ya a casos como el de la niña de siete meses que en 2014 recibió estómago, hígado, páncreas, colon, bazo y los dos intestinos en el hospital La Paz.
Por Emilio de Benito
Prevenir con aplicaciones
La informática ofrece nuevas posibilidades para el tratamiento y el seguimiento de los pacientes. La popularización de los dispositivos móviles ha hecho que proliferen las aplicaciones para avisar sobre la medicación, controlar constantes vitales, informarse sobre patologías, conectarse con otros afectados, regular la dieta.
Para ver su utilidad, ya se han realizado algunos ensayos clínicos sobre su uso. El más destacado se presentó este año en el congreso de la Asociación Americana de Oncología Clínica (ASCO) de Chicago. Una aplicación que consistía en informar de una serie de variables en personas con un cáncer de pulmón ya operado permitía prever las recaídas y aumentó la supervivencia de 9 a 12 meses.
El próximo gran avance va a ser el llamado big data o manejo de enormes cantidades de datos. En el mismo congreso estadounidense se presentó la iniciativa Moonshot contra el cáncer. Su objetivo es crear una enorme base de datos con todos los casos de esta enfermedad del país. El resultado sería que la información del 100% de los afectados estaría disponible para los investigadores, y no solo los del 5% que participa en ensayos, porque se tendría toda la información de todos los tratamientos, características del enfermo, genes, mutaciones, analíticas, y se podría estudiar lo sucedido en función de las novedades que vayan surgiendo.