José María Izquierdo

Columnista de EL PAÍS

José María Aznar, milagros y dádivas

Del integrismo derechista al neocapitalismo de Thatcher y Reagan. Así se resume el itinerario ideológico de este expresidente, que en su día regaló Telefónica y Caja Madrid a sus dos grandes amigos, Villalonga y Blesa.


 

“Yo soy el milagro”, dejó dicho José María Aznar en The Wall Street Journal. Gran frase que ahorra a cualquier glosador de su figura el esfuerzo de destacar una de sus características más conocidas: la excelsa opinión que tiene de sí mismo. Tan sabida como algunas otras: su tesón y su autoritarismo, el gesto adusto y su nula empatía: “Yo solo confío en mí mismo”, tiene dicho en el Financial Times.
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Formado en el falangismo joseantoniano, José María Aznar se decanta muy pronto por la derecha más tradicional. En 1979, con apenas 26 años, reticente con la Constitución, se afilia en la muy conservadora Alianza Popular, promovida por los herederos directos de la dictadura franquista. Pero pronto ve que el mundo se mueve. Asciende en el partido y entiende cuál es su misión: incorporar a esa derecha “zaragatera y triste” a la modernidad de la nueva religión: el neocapitalismo. Los santos Ronald Reagan y Margaret Thatcher se convierten en sus luminosos guías.

Despreciado por los socialistas, el joven José María Aznar -tenía 36 años cuando se hace cargo de una Alianza Popular sumida en un profundo pozo- logra en apenas siete años transformarla en el triunfal Partido Popular que acaba con el largo gobierno de Felipe González. Pero su ajustada victoria le obligará a demostrar que en política uno es inflexible hasta que necesita traicionar sus férreos principios. En seis meses pasó de decir “Pujol es el responsable de la grave crisis política, moral y económica que afecta a España” (septiembre de 1995), a “Pujol es una persona con alto sentido de la responsabilidad que comprende lo que significa la oportunidad que tenemos”, no sin antes informarnos de que hablaba catalán en la intimidad. Cuatro años más tarde se hace con la mayoría absoluta. Es su gran momento, empujado por los vientos mundiales de un ciclo económico expansivo.

Amigo de sus amigos, Aznar celebra su llegada al poder regalando Telefónica a su compañero de pupitre y tortitas con nata, Juan Villalonga, y Caja Madrid a su pareja de cartas Miguel Blesa. Es igual de vehemente con quienes considera sus enemigos. Como el Grupo PRISA, editor de este diario, al que intentó ahogar con maniobras políticas y financieras de toda laya, que acaban con la persecución judicial, hasta la puerta de la cárcel, de su presidente, Jesús de Polanco, fallecido en 2007, y su entonces consejero delegado, hoy presidente del grupo, Juan Luis Cebrián.

Mens sana in corpore sano, Aznar ha hecho del ejercicio físico otra de sus religiones. Él mismo tuvo que salir en el diario As a negar algunas proezas que se le adjudicaban: “No, no son 2.000 las flexiones que hago al día, son solo 600”. Y detallaba su preparación: “Voy alternando velocidad, series de 40, 60 y 80 metros, con carrera continua, según el día. De dos horas a dos y cuarto. Los abdominales, en series de 100 con lastre en los tobillos”. Ya le dijo a George Bush que si el estadounidense hacía “cuatro kilómetros en 6 minutos y 24 segundos”, él le ganaba: “Yo hago 10 kilómetros en 5 minutos y 20 segundos”.

Formado en el falangismo
joseantoniano, José María Aznar
se decanta muy pronto por la
derecha más tradicional

Sus últimos años en el poder se llenaron de notables acontecimientos, como la boda faraónica de su hija Ana en El Escorial. Pero sería con la guerra de Irak y la famosa foto de las Azores cuando Aznar “saca a España del rincón de la historia”, según sus palabras. De aquella infamante guerra, es el único mandatario que jamás se ha arrepentido. Bush y Blair han reconocido errores, pero Aznar es incapaz de admitir una sola mancha en su virtuosa existencia. Como tampoco ha querido nunca reconocer cómo engañó a los españoles adjudicando a ETA la autoría de los terribles atentados yihadistas del 11-M. Hartos de mentiras, millones de españoles salieron a las calles a mostrarle su rechazo.

Le va bien a José María Aznar: referente ideológico de la derecha más dura, presidente de la rica Fundación FAES, generosamente regada con dinero público, consejero de multinacionales de dura ideología y notables ingresos como autor de libros o conferenciante.

Da igual. Mantiene el mismo gesto. Hosco.