Juan Pablo II, ha muerto hace dos días, está sentado en su trono, sotana blanca, su rostro sin ojos con las oquedades oscuras, una leve sonrisa, sus brazos apoyados a cada lado, las uñas de sus manos y pies desnudos tienen un tono barroso. A su derecha permanecen de pie alineados tres personas con sotana blanca y cordón anudado a su cintura, yo, me aproximo, y observó que entre el primero y el tercero hay un lugar para mí justo a su altura y que tengo que ocupar vestido como ellos.

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