Estuve dos veces, la primera al poco de inaugurarse; una oferta de iberia me llevó desde Barcelona hasta Sevilla, 24 horas en la expo, bueno fue un poco menos, pero fue una experiencia muy agradable. Toda la parafernalia arquitectónica, la participación internacional y, sobre todo, el contenido de muchos de los pabellones me dejaron extasiado y agotado. La sensación fue de quiero más, quiero volver y quiero que esto sea el semillero de una nueva España. Durante algún tiempo, finalizada la Expo percibí que aquello fue un motor que empujó España, al menos fue una experiencia que ilusionó a muchos incautos como yo, que así creyeron en un futuro nuevo que se proyectase sobre todos los españoles, desgraciadamente, y como suele ser habitual en este país, de ese tipo de eventos sólo sacaron provecho unos cuantos, imagino que serían “los de siempre”. Aún así, aquella fiesta estuvo bien organizada, al menos aún la recuerdo con agrado, no así, todo lo que , posteriormente, ocurrió cuando las cuentas y los chanchullos de todos estos trileros de la política salieron a la luz decepcionando a todos los que, aún sólo como espectadores, participamos de aquel fiestorro de luz y de color.
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