“En mi recuerdo y en mi corazón guardo la fecha del 30 de octubre de 1978”, arranca Juan Luis Cebrián, director desde la fundación del diario el 4 de mayo de 1976 hasta el 20 de octubre de 1988, y actual presidente de EL PAÍS y del grupo PRISA. “Fue cuando la extrema derecha envió una bomba a la redacción que hizo explosión, mató a un conserje, dejó con gravísimas heridas que casi le cuestan la muerte al jefe de servicios auxiliares y afectó también de manera bastante seria a otro empleado. Siempre ha pesado sobre mí ese 30 de octubre –mi cumpleaños– como un baldón y como un símbolo del esfuerzo que ha costado levantar esta casa, un esfuerzo colectivo que algunos pagaron con su sangre”.
El 20 de octubre de 1988 tomó posesión del cargo de director Joaquín Estefanía, que entonces estaba al frente del suplemento Domingo. Estefanía tuvo que afrontar uno de los tramos más fundamentales de la historia del diario: la cobertura de la caída del Muro de Berlín. “Llamé a Juan Luis a media tarde y le dije: ‘Te estás perdiendo la noticia más importante del siglo’. Y él contestó: ‘Habrá caído una bomba atómica’. ‘No, está cayendo el Muro de Berlín’, le aclaré. Nunca pensamos que íbamos a vivir aquello”.
El 18 de noviembre de 1993, Jesús Ceberio ascendió a la dirección después de ocupar prácticamente todos los cargos posibles, desde jefe de sección hasta subdirector. Durante su etapa, el terrorismo tuvo un peso extraordinario: “Hubo atentados terribles, como el 11-S y el 11-M, pero también dos treguas de ETA, con Aznar y Zapatero, que crearon la ilusión de un final definitivo”, explica. “El 11-S era martes y, como todos los martes, estaba reunido con el equipo directivo en un almuerzo en el que planificábamos la semana. Nos llamó la mujer de un subdirector para decirnos que pusiéramos la tele. Unos minutos después me llamó Antonio Caño, entonces redactor jefe de Internacional. El primer avión ya se había estrellado contra una de las Torres Gemelas. Poco después vimos cómo lo hacía el segundo. Abreviamos el almuerzo y preparamos una edición especial, como hicimos el 11-M”.
Cuando EL PAÍS cumplió 30 años, el 4 de mayo de 2006, su subdirector, Javier Moreno, pasó a la dirección. Internet ya se había revelado como una enorme fuerza de cambio en el modelo periodístico y el diario comenzó a adaptarse. Este proceso empezó a dar sus mejores frutos el 28 de noviembre de 2010, con la publicación de los cables diplomáticos de Wikileaks junto con otros cuatro grandes periódicos internacionales.
“Fue la primera gran operación digital. Tuvimos acceso a una cantidad inmensa de información que ponía en evidencia el doble discurso de varios gobiernos y que aclaraba o descubría aspectos de geoestrategia mundial muy interesantes”, explica Moreno. “Acordamos con los demás periódicos que íbamos a publicar todo con anterioridad en la web. Recuerdo el momento del contacto con los directores de The Guardian, The New York Times, Le Monde y Der Spiegel, cuando dijimos: ‘¡Ahora, adelante!’, supongo que el equivalente al ‘adelante con las rotativas’ o ‘paren las rotativas”.
Ocho años después, el 4 de mayo de 2014, el entonces corresponsal en Washington, D. C., Antonio Caño, tomó el cargo de director. Las crisis económica y política habían enrarecido el clima español y la Red había revolucionado radicalmente la relación que debe mantener un periódico de referencia con sus lectores. “Llevo menos de dos años en la dirección, pero hemos conocido la abdicación de un rey, la transformación del sistema político, el nacimiento de fenómenos como Podemos o Ciudadanos”, razona. Y destaca una fecha clave: el 30 de noviembre de 2015. “Es un hito en la historia de EL PAÍS: el debate electoral organizado por el periódico, emitido en nuestra página web y que vieron miles de personas en teléfonos móviles y tabletas. Una gran innovación en el mundo del periodismo español”.
Los cambios seguirán. Unos sucederán en la calle; esos los contará EL PAÍS. Otros ocurrirán en la Redacción, en la forma en la que el periódico se dirige a su público. Y mientras todo cambia, permanecerá esa sensación que transmite, a lectores y periodistas por igual, el buen ejercicio del oficio. “Muy poco tiempo después de haber sido director sucedió un atentado; estábamos juntos [los periodistas de EL PAÍS] Sol Gallego, Xavier Vidal-Folch y yo, y nos fuimos a trabajar”, cuenta Joaquín Estefanía. “A las tres de la madrugada, bajábamos caminando los tres por la calle de Alcalá mientras la regaban e íbamos pensando: ‘Verdaderamente, qué suerte hemos tenido de poder vivir esta etapa y de poder vivirla además haciendo un periódico como EL PAÍS”. La charla completa, en el último número de ICON del pasado 6 de febrero.