Miguel González

Corresponsal de Defensa y política exterior en EL PAÍS

Del europeísmo a la ruptura del consenso

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“Para hacer esta foto y lograr que se viera la mano de Bush sobre el hombro de Aznar pedí a un compañero una escalera y me coloqué detrás de toda la nube de televisiones. Así gané altura y logré un ángulo diferente que permite ver ese gesto. Que Aznar mire a la cámara es casualidad. Cuando hago una foto nunca sé la repercusión que va a tener y ésta la tuvo”. / SERGIO PÉREZ (REUTERS)

Dos noticias de política exterior encabezaban la portada del primer ejemplar de ‘el país’, el 4 de mayo de 1976. “El reconocimiento de los partidos políticos, condición esencial para la integración en Europa”. Y “Areilza inicia mañana su visita a marruecos”. La primera aludía a un informe del parlamento europeo sobre España. La segunda, al viaje del entonces ministro de exteriores. Para las fuerzas democráticas, que asistían recelosas a los primeros pasos del nuevo rey, Europa era el horizonte que garantizaba los derechos y libertades. Parafraseando a Ortega, si España era el problema, Europa sería la solución


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El Acta de Adhesión de España a la CEE se firmó en Madrid, el 12 de junio de 1985 por el presidente del gobierno Felipe González. / ARCHIVO

En realidad, la integración en Europa no era tanto un asunto de política exterior, sino interno. Para conseguirla, una España cuyo dictador había muerto en la cama solo cinco meses antes debía dotarse de un sistema homologable a las democracias occidentales. En pleno franquismo, el entonces ministro José María Castiella ya había solicitado en 1962 el ingreso de España en la Comunidad Económica Europea (CEE), pero la carta, procedente de un régimen que había sobrevivido al derrumbe de los fascismos gracias al oxígeno de la Guerra Fría, recibió un despectivo silencio por respuesta.

La integración en la Unión Europea fue un camino largo y tortuoso, que solo se culminó en junio de 1985, con la firma del tratado de adhesión por Felipe González, no sin unas arduas negociaciones en las que hubo que superar los temores de Francia a la competencia del campo español. Pero el impulso
europeísta ha impregnado durante estas cuatro décadas a la práctica totalidad de las fuerzas políticas, hasta el punto de que en España no existe un partido eurófobo, al estilo del Frente Nacional francés o el UKIP británico.

La apuesta por Europa ha sido la clave de bóveda del consenso en política exterior, aunque no todos los protagonistas hayan puesto el mismo énfasis. “En materia de política exterior ha existido un notable consenso tanto de forma como de fondo”, asegura el jefe de la diplomacia con Rajoy, José Manuel García- Margallo. “Las fuerzas políticas en general han tenido claro cuál era el lugar de España en el mundo. […] El pueblo español es profundamente europeísta. Está muy arraigada en nuestra psique colectiva la idea de que Europa es sinónimo de progreso y libertad. Y con razón. El español recuerda muy bien cuál es el precio de estar fuera del proyecto europeo”.


LA EUROPA DE TODOS


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Gráfico de la Unión Europea a 1 de enero de 1986. / ARCHIVO

Sin rumbo fijo

Jorge Dezcallar —embajador en Marruecos, EE UU y el Vaticano, además de director del servicio secreto, entre otros cargos— no comparte esa visión idílica: “No había ese consenso básico en política
exterior. La Transición no llegó ahí. Hubo dudas como consecuencia de doctrinarismos e idealismos. De bisoñez, tras años de aislamiento. Ese consenso se construyó sobre la marcha”.

Existiera o no, dicho consenso acabó quebrando. “Se puede afirmar que hasta el segundo mandato de Aznar existió un consenso en materia de política exterior. Se rompió con la guerra de Irak y, a partir de ese momento, fue difícil reconstruirlo. Yo lo intenté en varias ocasiones, pero choqué con la intransigencia del PP”, asegura Miguel Ángel Moratinos, ministro de Exteriores (2004-2010) con el presidente Rodríguez Zapatero.

La foto de las Azores —con Aznar alineado junto a Bush y Blair— fue la ilustración de una ruptura profunda con los aliados tradicionales: Francia y Alemania. “Desde la llegada de Aznar al poder, la actitud comenzó a cambiar: la defensa del intergubernamentalismo, de los intereses nacionales, empezó a primar sobre el europeísmo anterior”, afirma Juan Carlos Pereira, catedrático de Historia Contemporánea de la Complutense y codirector de la Historia de la Política Exterior Española en los siglos XX y XXI. “A partir de ahí, España fue perdiendo peso, lo que continuó en la etapa de Zapatero y se ha acentuado con Rajoy”, concluye. “Los años de González y Aznar son los mejores. Muy diferentes el uno del otro, ambos tenían una visión del papel de España en el mundo que luego se ha perdido. Ni Zapatero ni Rajoy entienden la política exterior. Nuestra pérdida de influencia en el mundo es patética a partir de 2008”, remacha Dezcallar.

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Gasto en Investigación y Desarrollo en los países de la UE, en % del PIB (2013). / EL PAÍS

ESPAÑA ENCABEZA EL CRECIMIENTO DEL EUROESCEPTICISMO


Obviamente, Moratinos y Margallo no comparten ese diagnóstico. De sus respectivas etapas, el primero destaca el crecimiento espectacular de la ayuda al desarrollo o la incorporación al G-20, como invitado permanente; mientras que el segundo subraya el logro de un puesto no permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, en competencia con Turquía.

Paradójicamente, Rajoy ganó el asiento en Naciones Unidas rentabilizando iniciativas de Zapatero que el Partido Popular ridiculizó cuando estaba en la oposición, como la Alianza de Civilizaciones, un proyecto copatrocinado con Turquía como réplica al Choque de Civilizaciones de Huntington y a la guerra al terrorismo de Bush.

Salvo en el contencioso de Gibraltar, la política exterior de Mariano Rajoy se ha parecido más a la de Zapatero que a la de Aznar, por convicción o necesidad. Tal vez la política exterior española no haya seguido un rumbo fijo, pero los volantazos han sido cada vez menos bruscos.

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Foto de familia de la cumbre europea celebrada en Bruselas en junio de 1987. Felipe González es el cuarto por la izquierda de la primera fila. / ARCHIVO

Momentos clave

1985 / 12 DE JUNIO

Felipe González rubrica en el Palacio Real –en presencia del Rey y del presidente de la Comisión Europea, Jacques Delors– el Tratado de Adhesión de España a la Comunidad Económica Europea (CEE), que entraría en vigor el 1 de enero del año siguiente.

1986 / 17 DE ENERO

España rubrica en La Haya (Holanda) el reconocimiento diplomático de Israel, tras una intensa campaña explicativa a los países árabes.

12 DE MARZO

Los españoles deciden en referéndum (52,5%, frente al 39,8%) la permanencia de España en la OTAN. Felipe González le da así la vuelta al “OTAN, de entrada no”, con el que el PSOE respondió al ingreso de España en la Alianza Atlántica, decidido por el Gobierno de Calvo-Sotelo en 1982.

1988 / 1 DE DICIEMBRE

Se firma la reforma del convenio bilateral con Estados Unidos, que España renegocia como consecuencia del referéndum de la OTAN y que supone la salida de los 72 cazas F-16 desplegados en la base de Torrejón de Ardoz (Madrid).

1991 / 18-19 JULIO

Primera Cumbre Iberoamericana en Guadalajara (México), de la que forman parte 22 países de habla castellana y portuguesa, más Andorra. 30 OCTUBRE-1 NOVIEMBRE Madrid acoge la Conferencia de Paz para Oriente Medio, a la que asisten los mandatarios de Estados Unidos, George Bush; la URSS, Mijail Gorbachov, e Israel, Isaac Shamir, así como representantes de Palestina, Jordania, Siria, Egipto y Líbano.

2002 / 1 DE ENERO

Entra en circulación el euro, que sustituye a la peseta, con 134 años de antigüedad. España es uno de los 12 estados fundadores de la nueva moneda.

2008 / 15 DE NOVIEMBRE

España asiste, por vez primera, en Washington (Estados Unidos) a una cumbre del G-20, el foro que agrupa a los países más industrializados y a los emergentes.

2014 / 16 DE OCTUBRE

España se impone a Turquía y logra un asiento rotatorio en el Consejo de Seguridad de la ONU para el bienio 2015-16.

De la transición a la adhesión en la CEE


El éxito de España en la consolidación europea vino de la mano de la firma del tratado de adhesión a la Comunidad Económica Europea (CEE) el 12 de junio de 1985 con el gobierno del presidente Felipe González y tras ocho años de presentar la solicitud. España accedió el 1 de enero de 1986. Por entonces, el PIB español suponía el 68% del promedio europeo, la tasa de desempleo superaba el 20% —con más de 2.700.000 de parados—, y una esperanza de vida de 76,4 años. Indicadores de bienestar que aumentaron en los siguientes tres decenios en un marco de creciente globalización.

Tres décadas de inclusión europea


La entrada de España al mercado común europeo en 1993 y la llegada del euro en 2002 consiguió transformar una “economía paternalista” en la de libre circulación de bienes y servicios. Esto se hizo patente, en sectores como el agrícola, donde la renta por ocupado se triplicó en el decenio posterior a la adhesión, o en el de las infraestructuras, en el que el número de autovías gratuitas se multiplicó casi por diez. Sin embargo, aún existen retos que solventar, como la influencia de España en el exterior. Desde los gobiernos de Zapatero y Rajoy, esta constante “deseuropeización” se ha remarcado en la gestión migratoria de los refugiados en territorio europeo. España, pues, necesita definir qué papel desea jugar en la Europa de hoy.