Tribuna de opinión, por Javier Campo
Javier Campo es presidente de AECOC (Asociación de Empresas de Gran Consumo) y presidente de Grupo Cortefiel. Su trayectoria profesional ha estado ligada antes al Grupo Dia Internacional y Carrefour.
Las empresas del gran consumo suponen el 20% del PIB y emplean a más de cinco millones de personas en España, lo que convierte al sector en un motor de desarrollo económico y social. Un sector que en los momentos más duros de la crisis ha servido como “refugio” de empleo, gracias a que ha podido mantenerse estable –sin sufrir caídas– incluso durante los años más severos.
No obstante, su futuro está condicionado por la duración del proceso de incertidumbre que estamos viviendo y por el tipo de medidas que se impulsen una vez se ponga fin a este. No hay nada peor para el consumo que la incertidumbre. Basta echar un vistazo a la evolución del índice de confianza del consumidor para ver cómo, tras meses de continuo crecimiento, ha ido perdiendo fuelle desde diciembre, ante la imposibilidad de vislumbrar cuál va a ser el escenario político. Así, mientras a finales del pasado año se situaba por encima de los 107 puntos, en mayo de 2016 cayó hasta los 82. Especialmente notable es además el hecho de que el consumidor no solo pierde confianza en su situación actual, sino, sobre todo, con respecto a sus perspectivas de futuro.
Por ello, es imprescindible poner fin a la incertidumbre política para que el consumo no se siga resintiendo y evitar medidas impositivas que afecten al bolsillo del consumidor, ya que el consumo juega un papel imprescindible en la dinamización de la economía y, por tanto, en la generación de empleo.
El empleo debe ser, por muchas razones, la absoluta prioridad de la economía española en los próximos años, y para ello será fundamental que tanto esta como nuestras empresas sigan ganando competitividad para poder crecer. Las reformas que ponga en marcha el nuevo Gobierno serán determinantes para que esto ocurra.
Ahora bien, con independencia de cuál sea el contexto económico-político, el futuro del sector está marcado por dos grandes ejes: la transformación digital y la importancia de impulsar modelos de negocio basados en la eficiencia, competitividad y sostenibilidad. Los grandes retos que el sector tiene por delante están directamente relacionados con:
1. El nuevo mundo digital.
La primera de las tendencias está teniendo un enorme impacto, transformando la manera en que accedemos a la información, nos relacionamos y adquirimos bienes o servicios. El comercio electrónico movió en España unos 20.000 millones de euros en 2015, incrementándose en un 20% y situando a nuestro país en el cuarto puesto del ranking europeo.
ES IMPRESCINDIBLE PONER
FIN A LA INCERTIDUMBRE
POLÍTICA PARA QUE EL CONSUMO
NO SIGA RESINTIÉNDOSE
Buena parte de esa evolución está directamente relacionada con la entrada en acción de los pure players, actores exclusivamente online que han revolucionado los modelos de consumo, contribuyendo de forma notable a la transformación de la cadena de valor tradicional. Fruto de ello, hemos pasado de un modelo totalmente lineal, en el que tanto la información como la “mercancía” se movían de forma horizontal a una cadena omnicanal, en la que todos se comunican y relacionan entre sí y en la que los pure players han ejercido como auténtico revulsivo.
El mundo digital está transformando completamente el gran consumo, de modo que una compañía que no tenga una estrategia de multicanalidad está perdiendo muchas oportunidades y buena parte del mercado potencial.
2. Los cambios del consumidor.
El consumidor ha cambiado y lo ha hecho por dos razones: la crisis económica a la que ha tenido que adaptarse y la transformación digital. La primera nos ha dejado un consumidor más racional, más planificador, solo dispuesto a pagar más por un producto o un servicio que realmente le aporte un valor diferencial. Y, la segunda, a un consumidor hiperconectado que quiere relacionarse directamente con las empresas, participar en sus decisiones, y que valora especialmente la transparencia.
3. La importancia de la innovación.
Esos dos primeros cambios han hecho de la innovación un valor al alza. Por ello, las compañías deben innovar en productos, en procesos, en canales, en gestión, en publicidad, en promociones… sistematizando la innovación y haciendo de ella una ventaja competitiva porque haciendo siempre lo mismo es muy difícil crecer.
4. El impulso de un modelo eficiente.
Finalmente, hay que compatibilizar las necesidades de crecimiento y de rentabilidad económica con un modelo de desarrollo eficiente, sostenible y transparente. En un mundo en el que cada día aumenta la demanda de bienes y servicios, es necesario el uso racional de recursos como el agua, la energía y las materias primas. Hoy debemos promover una economía circular, basada en los principios de “reducir, reutilizar y reciclar”, que impulse la eficiencia y reduzca las pérdidas y despilfarros que se generan.
Por ello, las principales empresas del sector de gran consumo aúnan esfuerzos para reducir el desperdicio alimentario, promoviendo proyectos de colaboración que, como “La alimentación no tiene desperdicio”, impulsado por AECOC, eviten utilizar recursos y generar emisiones para producir alimentos que acaben destruyéndose.
Fieles a ese compromiso, fabricantes y distribuidores de gran consumo están trabajando con decisión en pro de la sostenibilidad medioambiental. Ejemplo de ello, y de la colaboración público-privada, Ecoembes ha conseguido, a través del punto verde, reciclar más del 74% de los envases, cumpliendo ampliamente los objetivos marcados por Bruselas.
Nuestro mundo está cambiando y las empresas deben trabajar para ofrecer propuestas de auténtico valor a un consumidor que exige compañías responsables, eficientes, sostenibles y altamente competitivas. Ese es el verdadero reto que afronta el negocio del gran consumo.