Eduardo Gil

Para mí, la expo 92 fue un acontecimiento muy importante en mi vida. Por aquel entonces yo tenía 11 años y vivía en canarias , nos juntábamos los veranos con la parte familiar de Alicante y ese no fue una excepción.
Fui con mis padres, hermano, tío y primos en julio, era un mes muy caluroso y estaba de moda las gorras con ventiladores de pilas (que no servían para nada). Lo primero que me impresionó al llegar al recinto fue la Hidroesfera, nos encantaba estar debajo para recibir el agua pulverizada y quitarnos el calor sofocante, también lo hacíamos con las diversas fuentes situadas a lo largo de la expo para refrescar los pies. Aunque el calor era uno de los protagonistas, aquella exposición estaba llena de gente y tenía un ambiente muy festivo.
Son tantas las cosas que me gustaron desde mi punto de vista infantil que no podría contarlas todas. Recuerdo el monorail, que parecía sacado de una película del futuro, jugar a ser ciego en el pabellón de la ONCE, contemplar el increible iceberg (creo que en el pabellón de Canadá), el cine en pantalla enorme que había (hoy ya no sería tan espectacular). El pabellón naval junto con las réplicas las calaveras de Colón al lado. Ver los espectáculos nocturnos en el lago central o hablar con el robot en el pabellón (creo que de las ciencias). Cuando llegué a casa, recuerdo que me encantaba dibujar a Curro, la hidoesfera y el monorail, le hacía esos dibujos a mi primo pequeño que no había estado y le gustaba que le contase “mi aventura”.
La verdad, es que fue una experiencia inolvidable y de la que hoy en día me alegro de haberla vivido.