La política ha sido para él un paréntesis de muchos años. “Llegue a ella en 1982 por exigencia, pero yo no decidí ser político, sino químico”, dice el hoy profesor Alfredo Pérez Rubalcaba. De su etapa en el Gobierno queda apenas un vestigio en su despacho de la Complutense: una foto de su último debate parlamentario. Allí, en esa atmósfera docente que tanto ha echado de menos, repasa su trayectoria política: Secretario de Estado, ministro, vicepresidente… Anécdotas, satisfacción y un imperceptible desencanto se mezclan en el diálogo con el ‘Oratorio’ de Haydn que suena de fondo. La química orgánica parece realmente lo suyo
“Mi primer recuerdo del diario es el día de su nacimiento, porque yo siempre he comprado EL PAÍS. Soy un adicto, lo reconozco”. Así rememora Alfredo Pérez Rubalcaba (Solares, Cantabria, 1951) la primera vez que tuvo un ejemplar entre las manos. El exministro no duda al evocar la noticia que más le ha gustado leer: “La declaración del 20 de octubre de 2010 del fin de la violencia de ETA”. Y tampoco vacila a la hora de elegir la información que desearía encontrarse en la primera página. “Me gustaría ver que resolvemos el problema de los refugiados. Siguen llegando y siguen sufriendo y Europa está dando un espectáculo”, lamenta.
Ahora que ya no ejerce de político, ¿de qué forma ayuda a su partido?
Siempre que me llaman para pedir mi ayuda, la doy. Lo que no hago es levantar yo el teléfono, aunque a veces me cueste no hacerlo. Siempre tienes ganas de decir “yo esto lo haría de otra manera”, pero ya no es el momento. Mi tiempo ya pasó.
Dígame una palabra que resuma su trayectoria en el partido.
Compromiso. Lo mantengo. Eso no ha cambiado.
“Alcanzar la secretaría general
del PSOE es lo más importante
para un socialista en la vida”
De todas las tareas que ha realizado en política, ¿cuál ha sido la más satisfactoria para usted?
La primera parte de mi vida política, en Educación, resultó maravillosa. Era lo mío, fue formidable. Y me gustó ser portavoz parlamentario. Parlamentar es parecido a dar una clase, tiene un elemento pedagógico que incluí en mis discursos. Siempre los concebí como una lección. Dicen que yo no era un mal parlamentario y creo que es por eso.
¿Y la más complicada?
La etapa en el Ministerio de Interior fue durísima. Pero, a cambio, el final resultó muy gratificante. Y alcanzar la secretaría general del PSOE es lo más importante para un socialista en la vida.
¿Qué resulta más difícil, tener que dar explicaciones sobre los casos que afloraron en la última etapa de Felipe González, los GAL, Roldán, Filesa, los fondos reservados…, o explicar por qué un Gobierno socialista debe recortar prestaciones sociales, como ocurrió en la época de José Luis Rodríguez Zapatero?
Es mucho más difícil lo primero. Cuando en un Gobierno tú haces un ajuste, puede ser que no estés de acuerdo con él, pero tienes que hacerlo porque formas parte de un proyecto. Pero una cosa es defender algo sin entusiasmo y otra, defenderla con asco. Una cosa es la discrepancia política y otra la discrepancia moral.
“Hubo muchos que llegaron
al PSOE buscando dinero”
¿Qué crítica habría que hacerle al PSOE por esos años?
Entonces, no sé por qué, pensamos que por el hecho de ser un partido de izquierdas no deberíamos tener corrupción, y no es verdad. La gente se arrimó y hubo muchos que llegaron al PSOE porque eran unos golfos, buscando el dinero.
¿Cuáles son las claves que explican el final de la banda terrorista ETA?
La policía, la Guardia Civil y el Centro Nacional de Inteligencia.
Todo es inteligencia…
Todo es victoria policial. Es verdad que hubo política. Pero si ETA no llega a estar debilitada, Batasuna nunca habría roto con ETA. Y si Batasuna no hubiera estado apretada judicialmente, no lo habría hecho nunca.
“Todos los intentos que
hizo el Estado por dialogar con ETA
salieron mal para la banda”
Usted había sido el enlace socialista con el Gobierno de Aznar en materia terrorista. Teniendo en cuenta la experiencia de otros diálogos con ETA, ¿tenía claro ya en qué cosas había que incidir?
Todos los intentos que hizo el Estado por dialogar con ETA, con Felipe, con Aznar y otra vez con nosotros, todos salieron mal para la banda terrorista. El Estado nunca perdió porque nunca cedió y ellos fueron los que tuvieron que dar explicaciones de por qué rompía eso. No sé qué habría pasado si en 2006 no hubiéramos intentado hablar con ETA. Pero sí sé que aceleró su final. La legalización de Batasuna, cuando rechaza la violencia, es el final político de la banda, en realidad. Esa es la parte de labor política que hicimos tan bien.
¿Qué no se repitió?
No bajamos la guardia. Yo viví la tregua de 1998. ¿Qué aprendí entonces? Que al final, te relajas. Si hay una tregua, te relajas. Y ETA aprovechó la relajación para meter en España unos cuantos comandos terribles. En esta, al revés. Todo ejército sabe que las conversaciones de paz se llevan a cabo cuando te preparas para la guerra. Pues bien, se prepararon peor que nosotros, y cuando rompen la tregua caen como chinches.
“No sé qué habría pasado
si en 2006 no hubiéramos
intentado hablar con ETA.
Pero sí sé que aceleró su final”
¿Se podría haber terminado con ETA, después de dejar la violencia el 20 de octubre de 2010, en esta última legislatura?
ETA no se ha disuelto, ese es el verdadero final. La disolución tiene que ver con los presos y con las armas. Hay una parte muy importante, que son las víctimas, y para ellas nada ha acabado, ni se acabará. Lo que no se puede hacer es olvidarse de ellas. Hay que hacer un ejercicio de convivencia.
¿Podría este Gobierno haber hecho más para acelerar el proceso de desarme?
Es verdad que el problema lo tiene la banda terrorista ETA, y cuanto más tarde en disolverse será peor. Pero te voy a responder indirectamente: ¿Habrías hecho algo distinto de lo que ha hecho el Gobierno? Sí, habría hecho algunas cosas distintas. Algunas, pocas, pero algunas distintas habría hecho.
“La legalización de Batasuna,
cuando rechaza la violencia,
es el final político de ETA”
Con la derrota en las municipales y autonómicas y pudiéndose haber retirado de la política con el regusto de haber terminado con ETA, ¿por qué se presenta usted como candidato a la presidencia y a la secretaría general del PSOE?
La decisión la tomo cuando acepto ser candidato. Yo era el que a priori podía tener mejor resultado electoral, y entonces piensas en el compromiso. Y con la secretaría general me pasó lo mismo. La gente pensaba que había que hacer una travesía del desierto muy dura y que era mejor hacerla con alguien que tuviera experiencia y tuviera la certeza de que su vida política estaba acabando.
¿Se vio alguna vez como presidente de España?
No, y también se me notó. Nosotros empezamos la campaña electoral con la crisis de deuda, con la reforma constitucional… De lo que se trataba era de salvar los muebles: en lugar de 90, tener 110 escaños.
“No me vi como
presidente de España”
¿Cree que ya se ha producido esa transición de la que hablaba con la llegada de Pedro Sánchez?
Todavía no. Hemos tenido 90 escaños. La crisis económica sigue y los socialistas tenemos que tener claro que muchos ciudadanos nos asocian a ella. Lo que une al PP y al PSOE es la crisis. Nosotros no supimos gestionarla y el PP, tampoco. Mientras la gente no vea que se supera esto, nosotros vamos a pagar un precio.
Usted se sintió solo al ganar en Sevilla. ¿No le dejaron ejercer su liderazgo?
No me dejaron en paz. Las primeras críticas a mi gestión me llegaron ya en el AVE de Sevilla, volviendo del congreso que acababa de ganar. Un sector del partido sencillamente no aceptó el resultado aquel día.
¿Ve paralelismos entre su situación y la que atraviesa ahora Pedro Sánchez?
Pedro internamente ha tenido sus críticas. El PSOE es un partido muy difícil. Perdimos mucho poder en 2011. Eso tiene su lado bueno, que sabemos gobernar, y su lado malo, que cuando somos la oposición estamos incómodos y la incomodidad se traduce en el Parlamento. Y, a veces, en tu casa, lo cual siempre acaba siendo un problema para el secretario general. Cuando pierdes las elecciones no vuelves a los cuatro años.
“Pedro Sánchez internamente
ha tenido sus críticas”
En esta nueva generación, ¿ve referentes en el PSOE como lo fueron González, Solana o usted mismo?
No. Es que los tiempos son distintos. Hay que hacer reforma. Es un cambio político profundo y hay una nueva generación que tiene que hacer esa reforma.
¿Es válida entonces esta división entre la nueva y la vieja política?
La política ha cambiado y se ha hecho más cercana. Pero hay algunas cosas que no son nuevas. Esto de la nueva y la vieja política en materia parlamentaria tiene un punto de conexión, que son las matemáticas: un número mágico, que es 176 escaños. Al final, en política tienes que sumar ese número para sacar tus proyectos adelante. La vieja y la nueva coinciden en 176.