Ángeles Espinosa

Corresponsal de EL PAÍS en el Golfo Pérsico

Las malas hierbas siguen creciendo

La guerra empezó medio año antes de los bombardeos que en la madrugada del 17 de enero de 1991 sacudieron Bagdad y las posiciones iraquíes en Kuwait. Sadam Husein envió a su Ejército a invadir ese pequeño emirato petrolero en agosto anterior, pero sus intenciones habían quedado expuestas a finales de mayo cuando acogió la cumbre anual de la Liga Árabe en la capital iraquí. A puerta cerrada, el dictador advirtió a sus pares que consideraba una “agresión económica” la superproducción de petróleo de Kuwait y Emiratos Árabes Unidos.

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Primera página de EL PAÍS del 17 de enero de 1991

Irak acababa de salir de ocho años de guerra con Irán, una desastrosa aventura a la que se lanzó tras la revolución que derrocó al sah en ese país en 1979, y necesitaba un precio alto del barril para financiar la reconstrucción. Aunque le habían apoyado ante el temor de que Teherán hiciera buena la promesa de extender la revolución, sus vecinos tampoco le tenían mucha simpatía. A mediados de julio, el Gobierno iraquí acusó a Kuwait de robar crudo del campo petrolífero de Rumaila, en la frontera entre ambos países, y amenazó con tomar medidas militares. Ante la falta de reacción de sus interlocutores, Sadam hizo realidad su palabra invadiendo el emirato.

Del mismo modo, la que se conocería como Guerra del Golfo tampoco acabó el 28 de febrero cuando el entonces presidente George Bush (padre) anunció el alto el fuego y declaró que Kuwait había sido liberado de la ocupación iraquí. En algunos aspectos, la guerra se prolonga hasta hoy.

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Localizador de Irak y Kuwait en el Golfo Pérsico

Tras aquella derrota y la revuelta chií que le siguió en el sur del país, Sadam reforzó su campaña de islamización de la sociedad iraquí, en parte como contrapeso al movimiento chií, en parte como refugio ante las penurias de las sanciones internacionales que castigaron al país por su invasión de Kuwait. A la simbólica decisión de incluir la inscripción “Allah-u akbar” (que en árabe significa Dios es el más grande) entre las tres estrellas de la bandera, le seguiría una Campaña de Fe que acabaría con cualquier pretensión de laicismo del Partido.

DEL RÉGIMEN DE SADAM AL ESTADO ISLÁMICO

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Sadam Husein, presidente de Irak entre 1979 y 2003

  La islamización había empezado cuando Sadam bautizó la contienda con Irán como “yihad” (literalmente, guerra santa). Pero a partir de la Guerra del Golfo dejó de ser una mera fórmula cosmética para convertirse en una política orientada a apuntalar su control aún a costa de las relaciones interconfesionales. Algunos estudiosos, como Kyle Orton, ven en aquella alianza entre el régimen baazista y los salafistas las raíces del Estado Islámico (o ISIS, en sus siglas inglesas).

Las mismas redes de contrabando y clientelismo que se crearon entonces entre las tribus suníes siguen siendo utilizadas hoy por el ISIS, lo que sin duda ha contribuido a su arraigo en Irak. Para Orton, los dirigentes de ese grupo que provienen de los servicios secretos de Sadam se radicalizaron antes del derribo del dictador, en esa fase en la que utilizó el islam como instrumento político. La disolución del Ejército o los Abu Gharib que EEUU gestionó durante la ocupación, sólo añadieron leña a un fuego que se había iniciado 25 años antes, sobre los rescoldos de la Guerra del Golfo. Las malas hierbas resultan difíciles de erradicar.