Javier Olivares

Periodista

Un Canogar de primera


Rafael Canogar conocía el proceso de gestación del periódico antes de que EL PAÍS publicara su primer número, el 4 de mayo de 1976. Desde entonces, ha formado parte de la vida del artista: “No me podría acostumbrar a desayunar sin él”, confiesa. En estos cuarenta años las páginas del diario han recogido decenas de piezas sobre su evolución artística. Canogar, componente del decisivo grupo El Paso, también ha firmado algunos artículos, como Descanse en Paz, o aquel en el que hablaba “sobre las necesidades de las artes plásticas“, recuerda. No duda a la hora de seleccionar la noticia que le gustaría leer en EL PAÍS: “Me conformaría con algo muy modesto: que se llegara a un acuerdo para crear un nuevo Gobierno”, concluye.


 

canogarverticalok
Rafael Canogar, junto a su obra. / LUIS RUBIO

En el sanctasanctórum de Rafael Canogar, un luminoso estudio muy cerca de la milla madrileña del arte, se apilan y se apiñan con mimo las obras de su actual etapa creativa, la de su regreso a la abstracción total. “Mi evolución –cuenta el autor de la portada de esta revista– se manifiesta en las cuentas del collar, como decía Julio Cortázar en Rayuela. Hay un hilo conductor, pero al final se acercan los extremos”. Según él, esa trayectoria se aproxima hoy a los años 50, cuando se desató su pasión artística. “Pretendía que aquello fuese no solo el nacimiento de la pintura, sino un acontecimiento en sí”, recuerda.

Para otro acontecimiento, el cuadragésimo aniversario del diario EL PAÍS, Canogar afronta un ejercicio de reflexión que mira de reojo a los años 80, a su célebre serie de las cabezas. “Fue una presencia larga que empezó con un homenaje a Julio González”, evoca el pintor. “Se trata de una escena urbana, una imagen del hombre que vive en la sociedad. Unos van, otros vienen. Unos duermen, otros se despiertan. Unos nacen, otros mueren. Pero la obra crea una estructura que me permite componer con bastante libertad, para ser más libre pintando”. Esta representación se alinea en una amalgama de símbolos plásticos, como perchas en las que colgar la pintura, según Canogar. “Suceden cosas, pero no se pierden nunca, precisamente por la estructura de estas cabezas superpuestas”.

TRAZOSCANOGAROK
Canogar, recreando el trabajo de la obra de portada, en su estudio. / LUIS RUBIO

“No sé leer en otro soporte
que no sea el papel”

Cuatro colores escoltan a las cabezas. “Se trata de colores primarios, con la intención indisimulada de llamar la atención. Como semáforos de la vida, que dan belleza a la composición”. Dos guiños al periódico completan la faena: el fondo elegido no es blanco puro, y aparecen recortes (boca abajo) de la semana en curso, una decisión que tomó una noche de duermevela. “Así queda referencia de que la obra está concebida para este número especial. La letra de imprenta es preciosa, ideal para componer. Ya la usaban los cubistas, Picasso y Braque, y hasta hoy”.

“Se trata de colores primarios,
con la intención indisimulada
de llamar la atención. Como
semáforos de la vida, que
dan belleza a la composición”

Canogar, de 80 años, fue uno de los componentes del grupo El Paso, un movimiento de acción por la vanguardia de posguerra que se agotó con el declive del informalismo, en los primeros años 60. Fiel a la lectura del diario durante el desayuno, aboga por la supervivencia del papel. “No sé leer en otro soporte”, confiesa.

canogarhorizontalok
Rafael Canogar, en su estudio. / LUIS RUBIO