Primas del riesgo

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Los ingresos del sector se han multiplicado por 77, y la aportación a la economía, por 5, desde 1976. El seguro escribe su futuro en clave digital y vigilado por una norma más exigente

Sylvester Stallone hacía debutar a Rocky al mismo tiempo que Robert Red­ford y Dustin Hoffman le ponían cara cinematográfica al Watergate. Ese mismo año, 1976, y con la resaca de la crisis energética mundial acechando a cuentas y balances de empresas, las aseguradoras caminaban ya a toda velocidad hacia otros ­escenarios de modernidad, liberalización de tarifas, inversiones y globalización del negocio. Cuatro décadas de evolución constante hasta hoy en las que han debido superar cinco crisis, además de un farragoso proceso de reestructuración que ha dejado las 800 sociedades de entonces en 254.

El negocio asegurador ha seguido el mismo camino de la economía española. Dos vidas paralelas. Hace 40 años, las primas no llegaban a 740 millones de euros y suponían el 1,76% del producto interior bruto (PIB). Cuatro décadas en las que el sector “ha sido imprescindible para el desarrollo económico del país, al que hemos contribuido hasta superar el 5% del PIB, asumiendo riesgos de terceros, creación de empleo y negocio en el resto de actividades”, señala Antonio Huertas, presidente de Mapfre.

Los setenta fueron años de intervención y control de tarifas e inversiones que limitaban el desarrollo a las compañías más inquietas. Fueron la antesala de la liberalización que llegaría tres años después junto al célebre “margen de solvencia” y la primera Ley de Contrato de Seguro. La coyuntura económica –y la política en esa década, algo turbulenta– deparó cambios en un negocio muy vinculado a la banca, muy dañada por la crisis financiera de 1977, que puso contra las cuerdas a compañías y bancos muy relevantes. Una etapa compleja que finalizó dejando al descubierto una realidad: que la financiación fruto de la relación privilegiada entre bancos y aseguradoras era una trampa de endeudamiento y dependencia para estas últimas.

La crisis de 1977 dejó
ver que la relación con
la banca era una trampa
para las aseguradoras

Sin duda la década 1976-1986 fue la que marcó un punto y aparte en el sector, en especial a partir de la entrada en la Unión Europea. Ignacio Garralda, presidente de Mutua Madrileña, recuerda que “a mediados de los años ochenta, el sector marcó un hito al duplicar su peso en la economía, pasando a representar algo más del 5% del PIB, cifra que se mantiene en la actualidad”. En todo este tiempo, el seguro ha transformado su manera de operar. “Antes se centraba en desembolsar una indemnización a sus clientes por los daños sufridos a raíz de un siniestro. Hoy, en cambio, apuesta por prestar servicios de reparación cuando ocurre un percance”, señala Pilar González de Frutos, presidenta de la patronal Unespa. Iñaki Ereño, consejero delegado de Sanitas, opina que “el sector ha tenido que adaptarse a una sociedad más heterogénea, de ahí la apuesta por la innovación y la personalización del producto”.

Un consultor subraya la importancia de esa década: “Se acentúa el proceso de concentración de entidades, ganan peso las compañías españolas (hasta ese momento, lideradas por extranjeras) y se lanzan al proceso de internacionalización”. Mapfre “fue pionera en la internacionalización, cuando en 1984 nadie miraba a Latinoamérica. Allí, en Colombia, la compañía inició una expansión que hoy sigue en 100 países”, dice Huertas. El seguro comenzaba a ganar el tamaño propio de una gran industria.

Con el ardor del conquistador, había que salir al exterior como fuera para generar ingresos. Los empresarios españoles se lanzaron a la aventura de crear multinacionales, al entender que, como grandes inversores en Latinoamérica, podrían resistir el ataque de los conglomerados europeos que ya facturaban fuera más del 55% de sus ingresos, frente al 8% de Mapfre.

doscaminosparalelosfinanzasLas aseguradoras parecen haber cambiado de mentalidad y, como apunta Andrés Romero, director general de Santalucía, “el afán por estar cerca del cliente nos ha hecho apostar por ofrecer un servicio multicanal, para que pueda recurrir, a través de varias vías, a estar en contacto con la compañía”. “El cliente está en el centro de nuestras decisiones, tratamos de anticiparnos a sus necesidades con soluciones cada vez más personalizadas y se las ofrecemos por todos los canales”, coindice Huertas.

LA DEBACLE. La crisis financiera de 2008 afectó al sector a pesar de su carácter anticíclico –anticipa los ingresos a los pagos–, lo que no evitó una menor producción de primas. “La visión a largo plazo y la gestión prudente que caracteriza a este negocio ha tendido a ser 10 veces más estable que el conjunto de la economía durante la crisis, manteniendo la creación de empleo”, indica Romero. Y Garralda remacha: “El sector no ha requerido ayudas”.

Después de cuatro décadas, el negocio asegurador ha multiplicado su tamaño por 77 veces, contribuye a las arcas del Estado con más de 8.300 millones de euros al año, y emplea a 50.000 personas. Y el 70% de su cartera de inversiones está en deuda pública, casi el 8% del PIB.

Pero desde enero las compañías se enfrentan a un nuevo reto: regirse por la normativa europea Solvencia II, muy exigente en requerimientos de capital, más ajustados a los riesgos reales, así como una valoración económica de los balances. Como grandes inversores que son de deuda pública y corporativa, son sensibles a la prima de riesgo y al precio del dinero, dos aspectos que pueden afectar negativamente a su rentabilidad. Y Solvencia II está para prevenir y evitar sustos.


Porvenir digital

El futuro se está fabricando en la actualidad; es el camino que señala Antonio Huertas, presidente de Mapfre: “Estamos en pleno proceso de digitalización, con más de 200 proyectos en marcha y el objetivo de incrementar el negocio digital un 50% en el próximo trienio”. Ignacio Garralda, presidente de Mutua Madrileña, coincide en la misma idea porque “el sector se ve abocado a una apuesta inevitable: su transformación digital, no solo por la aparición de nuevos competidores, sino también por la irrupción de un nuevo consumidor que demanda, cada vez más, una relación online, inmediata e interactiva”.

Las posibilidades de las nuevas tecnologías están siendo aprovechadas para llegar a los clientes por todos los canales posibles, una apuesta que ve muy clara Iñaki Ereño, consejero delegado de Sanitas, compañía que “ha apostado con firmeza por el desarrollo de distintas plataformas y aplicaciones digitales que facilitan todos los trámites posibles”. También Andrés Romero, director general de Santalucía, apuesta por potenciar canales nuevos: “Nuestra idea es llegar a la digitalización de la red comercial en el 95% de los casos a lo largo de este año”.

Por Juan José González Ortiz