Manuel I. Lozoya

Yo le vi en Madrid. Asistí a la misa que sobre las 10 de la mañana dió en el Cementerio de la Almunena.
Hacía viento. El escenario era sobrio y majestuoso. Pero apareció el Papa y nos impresionó a todos. Su persona lo inundó todo. Al principio te sobrecogía casi te intimidaba pero poco a poco su rostro transformó todo en complacencia y espiritualidad. No estaba Dios, pero gracias a él te acercaba a Dios. Te sentías amado y en compañía de Él.
Era como sí el paraíso estuviese en la Tierra. Todo transcurrió muy rápido. De repente terminó la misa del Papa Juan Pablo II y La Paz reinó entre todos nosotros durante un largo tiempo.
Gracias al Papa.