La marca España se resiste a las fronteras

Retrato incompleto de la moda española en democracia a través de sus principales diseñadores, que han pasado los últimos 40 años intentando hacerse un nombre en el mundo sin apenas conseguirlo.

Colección de Sybilla fotografiada por Ouka Leele
Colección de Sybilla fotografiada por Ouka Leele.

1976-1986

La costura ha muerto, que viva la movida. Elio Berhanyer todavía recuerda el día en que le citó alarmado un amigo costurero en una cafetería madrileña: “¡Elio! Es una desgracia, tenemos que cerrar todos. ¡Todos! Porque ha aparecido una señora en París que ha inventado un sistema impresionante, como el fotomatón, donde se mete un figurín por una ranura, entra una mujer desnuda y sale vestida con el traje del dibujo. Nos va a traer la ruina, porque lo tiene patentado solo ella. Y mira que la señora tiene un nombre de lo más vulgar: se llama Petra Porté”. El modisto, a sus 87 años, sigue contando la anécdota entre risotadas. La tal Petra Porté, hoy más conocida como prêt-à-porter, acabaría invitando al retiro al mismísimo maestro Balenciaga.

En la época de la movida, Antonio Alvarado (segundo a la derecha) vistió a Alaska y a Tino Casal, entre otros muchos famosos. "Las discográficas velaban mucho por la imagen de sus artistas", dice el modisto. / PABLO PÉREZ MÍNGUEZ
En la época de la movida, Antonio Alvarado (segundo a la derecha) vistió a Alaska y a Tino Casal, entre otros muchos famosos. “Las discográficas velaban mucho por la imagen de sus artistas”, dice el modisto. / PABLO PÉREZ MÍNGUEZ

En España, la resistencia de la alta costura, conformada por Pedro Rodríguez, Manuel Pertegaz y el propio Berhanyer, aguantó hasta 1978. Forzados a cerrar sus casas por un impuesto abusivo del Gobierno tardofranquista (“nos impusieron un 60% del bruto de las ventas”), tan solo Elio se lio con la tal prêt-à-porter. “Aunque distribuía más que ningún otro diseñador español de principios de los ochenta, no me querían en las pasarelas con apoyo institucional porque mi nombre se ligaba a la época del dictador. Así de claro me lo decían los organizadores”.
Todo en España tenía que respirar novedad. Tierno Galván jaleaba en la villa y corte para que “el que no esté colocado, que se coloque”, el cine irreverente encontraba un mesías en Almodóvar y los músicos se miraban en Londres. El “hazlo tú mismo” regía todas las artes, que se entremezclaban. Cuando se habla de la movida, muchos se olvidan de que la moda (y los modistos) desem­peñaron un rol fundamental.

Bien lo sabe Antonio Alvarado, que vistió a todas las estrellas que importaban, desde los archienemigos Alaska y Mecano hasta los Casal más opuestos: Luz y Tino. “Por entonces las discográficas velaban mucho por la imagen de sus artistas. Si les habías funcionado vistiendo a uno, te volvían a llamar cuando lanzaban a otro”, recuerda el diseñador. Junto con Manuel Piña o Francis Montesinos se encargó de ponerlo todo patas arriba. Daba igual que fuera desde la improvisada pasarela de Rock-Ola que insuflando modernidad a los niños amamantados por La bola de cristal. “Hubo un programa con Christina Rosenvinge como modelo donde dábamos una lección de ‘cómo hacerte unos pendientes después de comerte una paella’ con unos en forma de mejillón con perla que había presentado yo en Rock-Ola; u otro donde instigábamos a asaltar el botiquín de tu madre para ponerte esparadrapos como pezoneras. No teníamos tres cosas que ahora abundan: ni miedo al ridículo, ni esa información extrema que puede ahogar la creatividad, ni esa cosa tan tremenda de la búsqueda de la popularidad inmediata”. Aun así, todo corría muy rápido, y la moda española hacía mucho ruido, pero no hallaba su lugar en el mundo.

1986-1996

En busca de la industria perdida. Las sinergias creativas crecían. García-Alix fotografiaba las colecciones de Piña; y Ouka Leele, Juan Gatti y Javier Vallhonrat captaban el universo de Sybilla, que acabaría alzándose como nuestra representante más internacional. Esta última, que acaba de abrir tienda en Mallorca y hoy centra su actividad en la moda sostenible, lo recuerda así: “Era un momento de expansión y conexión de todas las artes creativas. Había una sensación de euforia, confianza y posibilidades por delante. Madrid era una celebración constante, una ciudad abierta a gente de todo el mundo que venía a descubrirla con mucha curiosidad. Fue fundamental la ayuda mutua, no teníamos dinero pero sí amigos y contactos. Y el apoyo de los medios de comunicación, que por entones no debían tener tantas servidumbres publicitarias. Desde las instituciones también hubo una voluntad de empezar a apoyar lo que se hacía aquí”.

La modelo Cristina Barrera posando para Alfredo García Alix.
La modelo Cristina Barrera posando para Alfredo García Alix.

Se lanzó la famosa campaña “La moda de España”, orquestada desde el Gobierno de Felipe González para proyectar a sus creadores dentro y fuera de nuestras fronteras. Sybilla supo aprovechar el momento, primero firmando con Gibó, el fabricante de Milán que producía a Gaultier, y después con la japonesa Itokin, cuya relación se extiende hasta hoy.

La salida de otros muchos se tradujo en un abrupto y ruinoso viaje de vuelta debido a una relación entre industria y diseñadores que jamás prosperó. “Veníamos de ser durante 40 años los chinos de Europa: fabricábamos para otros países baratísimo y con muy buena manufactura”, recuerda Modesto Lomba, de Devota & Lomba. “Entonces se pusieron en marcha todas esas ayudas a empresas textiles para que hicieran una reconversión… No solamente de maquinaria, también de diseño. Pero muy pocos supieron incorporar esto último: en Cataluña, Armand Basi, y en Galicia, Adolfo Domínguez, Roberto Verino o Antonio Pernas tomaron las riendas de empresas que pasaron de producir prendas asequibles sin más a aportar colecciones con diseño. Todos pensábamos que estábamos ante la evolución del prêt-à-porter, cuando en realidad se cocinaba el fast fashion. Es de las pocas cosas que tuvimos en común con el resto del mundo. De todo ese caldillo surgió Inditex”.

Hoy en el imperio de Amancio Ortega nunca se pone el sol, pero las sombras le persiguen todo el tiempo. Según a quién pregunten, Inditex es lo mejor o lo peor que le ha pasado a la moda nacional. Para Berhanyer y Loewe, su secreto no está más que en su capacidad para la “copia, copia y copia”; Sybilla, en cambio, cree que “el éxito de Zara ya puede quitarle el complejo a la moda española. Para bien o para mal, ha transformado el sector en el ámbito mundial”.

1996-2006

Miley Cyrus vestida por María Ke Fisherman. / GETTY
Miley Cyrus vestida por María Ke Fisherman. / GETTY

Disidencia, ACME y renovación. Si ha existido un factor fundamental para la visibilidad de la moda española en toda esta historia, ha sido la Pasarela Cibeles, hoy rebautizada como Mercedes-Benz Madrid Fashion Week (MBMFW), que se trasladó a Ifema en 1996. Cuca Solana lleva al frente de ella 30 años y no le cuesta hacer recuento: “Han pasado más de 300 diseñadores. La idea siempre fue aproximar el diseño a los industriales. En todo este tiempo ha habido muchísimos intentos. Habría que preguntarles a unos y a otros por qué no ha funcionado. Son dos maneras de ver la profesión completamente distintas, pero, como en cualquier matrimonio, ambas partes tienen que ceder en favor de lo bueno para el conjunto”. Las cifras le bailan poco, las recuerda de corrido: su pasarela tiene tres millones de presupuesto, el 65% procedente de patrocinadores como Inditex. “E Ifema pone todo lo demás; cada diseñador paga 4.000 euros por algo que en Nueva York le costaría 100.000”.

Entre los hitos de Cibeles, destaca el ridículo escándalo de David Delfín en su debut de 2002. Fue poco después de que expulsaran a Miguel Adrover del calendario neoyorquino por presentar una colección de inspiración islámica coincidiendo con el 11-S. A Delfín se le quiso atribuir una reivindicación del velo cuando lo que presentaba era un homenaje al surrealismo de Magritte. España siempre entendiendo por la bragueta. Periodistas y gente de Ifema abandonaron el desfile. Otro momento que recuerda como emblemático: la emotiva despedida de Elio Berhanyer de las pasarelas a los 80 años. “Vinieron muchas de sus modelos históricas a desfilar gratis, me decían: ‘Nos pagamos el billete, por Elio lo que sea”.

Solana se olvida de otro momento que cambió el discurrir del evento: cuando cinco disidentes (Jesús del Pozo, Roberto Verino, Ángel Schlesser, Devota & Lomba y Antonio Pernas), a los que se sumó Berhanyer, abandonaron Cibeles en 1999, disconformes con las maniobras políticas. Los seis firmarían las primeras actas de la Asociación de Creadores de Moda de España (ACME), que ha crecido hasta 60 asociados. Elio apunta sus orígenes: “Enrique Loewe nos invitó a varios al Festival de Granada, que ayudaba a financiar con su marca. Viendo que nuestros problemas y necesidades eran coincidentes, fue él mismo quien sugirió: ‘¿Y por qué no hacéis piña para defender vuestras reivindicaciones?’. Y creamos ACME. Con unas bases muy claras: quien quisiera entrar tenía que hacerlo por una votación de mayoría simple de los asociados. Algunos, como Felipe Varela, se presentaron muchas veces sin conseguirlo”. El modisto que hoy goza del favor de la reina Letizia también tiene el de Solana: “Ella tiene derecho a vestirse con quien se sienta más a gusto, igual que hizo la reina emérita con Margarita Nuez”. ¿Y no piensa que, representando a España, debería confiar su vestuario a más creadores? “Lo fácil es criticarla, pero ella ha dado un apoyo a la moda española muy importante: ha ido de varias marcas y compra en Mango y en Zara”.

2006-2016

Crisis y temperamento global. El sector textil español representa hoy un 2,8% del PIB. Paradójicamente, fuera de España nuestra moda no tiene nombres y apellidos de creativos: está representada por el empresario más rico del mundo (Ortega) y por los artesanos anónimos de Ubrique o Elche, de cuya marroquinería y zapatos se alimentan los grandes conglomerados internacionales del lujo. En todo este tiempo, recalca Modesto Lomba, presidente de ACME, “cada uno ha tenido que aprender su propio modelo de negocio. A lo mejor alguien haciendo 24 trajes al año gana más dinero que yo, que tengo 24 licencias. Sería estupendo que desde las instituciones se entendiera, como en Francia o Italia, que la moda es un motor magnífico, no solo para la economía, también para la marca España”.

Sybilla proyecta el futuro en positivo: “No me da la sensación de que los nuevos diseñadores que conozco a través de mis hijos [uno de ellos, Lucas, al frente de la firma Airam Sacul] tengan muchos complejos, al contrario. Veo que han hecho que, gracias a Instagram o Internet, los encuentros se produzcan más fácilmente y sin ayudas. Hay diseñadores españoles vistiendo a Lady Gaga o Rihanna”.

Homenaje a Elio Berhanyer a sus 80 años. / GETTY
Homenaje a Elio Berhanyer a sus 80 años. / GETTY

Se refiere a nombres como Maria Ke Fisherman, pareja ganadora del último Premio Nacional de Moda a nuevo valor. María y Víctor se hicieron hace un par de años con el Vogue Who’s On Next… y se pulieron los 100.000 euros del galardón en menos de seis meses. También están entre los 96 jóvenes que han pasado por El Ego, la sección de nombres emergentes de MBMFW. “Si quieres prosperar y ganarte un crédito fuera tienes que ir a lo grande. Hemos desfilado un par de veces en Nueva York porque nadie se entera de qué es MBMFW más allá de España. Vendemos en Opening Ceremony, tenemos publicista en EE UU, un showroom de ventas en París y le entramos por Facebook a Mel Ottenberg (estilista de Rihanna) o Nicola Formichetti (de Lady Gaga) y muchos nos contestan personalmente. Por eso nos consideramos una marca digital: aunque hayamos nacido con muchos menos recursos que generaciones anteriores, tenemos otras oportunidades de promocionarnos: si logras que se ponga tu ropa alguna de las niñas de moda se convierte en tu mejor gancho para vender cinco vestidos iguales”. Saben de lo que hablan, han conseguido que las prendas de ganchillo que les hacen unas monjas de un convento de clausura en Huelva se posen en las libidinosas carnes de Miley Cyrus, Lady Gaga o Katy Perry. Además, apuntan: “Formamos parte de una regeneración destinada a barrer las fórmulas de las anteriores, porque estamos por encima de rivalidades. Los que salimos ahora –ManéMané, Chromosome, Palomo…– somos amigos y sabemos que es positivo que tengamos personalidades diferenciadas pero complementarias”.

Todo lo que cuentan suena a nuevo y a viejo. Es lo excitante del juego de la moda, que los que llegan esgrimen un discurso rupturista para toparse después con la realidad del sector y aprender a navegar en ella. Lo resume bien Alvarado: “Lo que están pasando ya nos ha pasado a otros antes, es cíclico. Muchos hemos estado en esa misma historia de vender fuera, pero nuestro negocio se quedaba por el camino porque no había una industria que lo apoyara. Si hablamos de diseño, siempre seremos un capricho para el mercado internacional, estaremos condenados a trabajar a pequeña escala. En resumen: que en 40 años no ha cambiado nada”. Solo otros 40 años nos podrán dar otra respuesta.

Por Borja Bas