Antonio Lorca

Crítico taurino

La fiesta se tambalea

José Tomás observa la lidia en Las Ventas, el 5 de junio de 2008, tarde histórica en la que cortó cuatro orejas. / MARISA FLÓREZ
José Tomás observa la lidia en Las Ventas, el 5 de junio de 2008, tarde histórica en la que cortó cuatro orejas. / MARISA FLÓREZ

El mismo día que este periódico salió a la calle, la Asociación Nacional de Ganaderos ofrecía 25 millones de pesetas “a la persona o entidad que descubra las causas de las frecuentes caídas de los toros”. La recompensa sigue a buen recaudo porque el ‘presunto delincuente’ aún anda suelto. Y algo peor: otros males aquejan a una fiesta que parece condenada a olvidar el esplendor de antaño.

En aquella temporada de 1976, el 55% de los españoles decía sentirse interesado por la tauromaquia, las plazas se llenaban hasta la bandera y El Niño de la Capea lideraba un escalafón en el que competía por la gloria con José María Manzanares, Dámaso González, Ortega Cano, Ruiz Miguel, Julio Robles, Esplá y Curro Vázquez, entre otros.

Pero mucho ha cambiado la fiesta de los toros desde entonces; o, quizá, la que se ha modernizado ha sido la sociedad española, más urbana y menos rural, más animalista y menos taurina, mientras los toreros, ganaderos y empresarios han permanecido encerrados en un gueto aislado del mundo. Así, en pleno siglo XXI, la fiesta de los toros atraviesa uno de los periodos más críticos de su historia. La ofensiva brutal de algunos partidos políticos, la inhibición y ambigüedad de otros, la irresponsable desidia del propio sector, la pérdida de emoción del espectáculo, la creciente sensibilidad social sobre los animales, el desapego de la juventud y la crisis económica la han colocado al borde del abismo. De hecho, si no encuentra remedio, la cuesta abajo por la que se desliza en las últimas décadas acabará en un irremediable precipicio.

Quizá se ha modernizado
la sociedad española, más urbana
y menos rural, más animalista
y menos taurina

Pero aún está pendiente que los taurinos hagan su propio examen de conciencia. Manuel Chopera, legendario empresario ya desaparecido, alertaba en la década de los 70: “Si no exigimos el toro, la fiesta desaparecerá”.

Y nadie le hizo caso. De hecho, el torete sonrojante de la época gloriosa de El Cordobés ganó volumen, pero perdió casta por exigencia de las figuras. A partir de los años ochenta se impone el toro artista, triunfan el ganadero Victorino Martín –referencia de la fiereza perdida–, Espartaco, Emilio Muñoz, Paco Ojeda, Joselito… Destellan Paula y el eterno Romero, vuelven Antoñete y Manolo Vázquez, mueren en el ruedo Paquirri y El Yiyo, y en 1991 irrumpe con fuerza inusitada César Rincón, pero el protagonista de la fiesta es el fraude -el afeitado de las astas de los toros es el más conocido-, tantas veces denunciado por Joaquín Vidal -un renovador de la crítica taurina y defensor de la integridad de la fiesta-, y nunca erradicado.

En diciembre de 1995, José Tomás, un torero nacido para la leyenda, toma la alternativa en México; pero por razones que solo él conoce se ha negado a ser el mesías largamente esperado.

En diciembre de 1995,
José Tomás, un torero nacido
para la leyenda, toma
la alternativa en México

Por conveniencias políticas, el número de corridas se dispara un 236% entre 1987 y 2007. Pero la crisis económica ha hecho trizas el espejismo. El 29 de julio de 2011, la tauromaquia fue considerada por el Gobierno socialista como ‘una disciplina artística y un producto cultural’. Dos años más tarde pasó a ser ‘patrimonio cultural’.

Quizá era ya demasiado tarde. Nuevos partidos nacidos en las últimas elecciones han mostrado en sus programas políticos escasa simpatía con la fiesta de los toros y solo un 30% de la población afirma hoy estar interesada en la tauromaquia.

Son algunos motivos que explican, junto a la discutible visión de alguno de sus protagonistas, la lenta agonía que experimentan las corridas toros. Un sentimiento bello y misterioso, hoy en tela de juicio.

Cataluña, los ‘antis’ y el PACMA

En Cataluña fue donde comenzó la ‘guerra’. La que había sido un emporio taurino hasta bien entrados los años 70 se convirtió en un erial por obra y gracia del nacionalismo, que persiguió la fiesta española de los toros hasta conseguir que el 28 de julio de 2010 el Parlament aprobara su prohibición.

La que había sido un emporio
taurino hasta bien entrados
los años 70 se convirtió en un erial
por obra y gracia del nacionalismo

En octubre de ese mismo año, el Partido Popular presentó un recurso contra esa decisión ante el Tribunal Constitucional, que aún está pendiente de sentencia. Las elecciones municipales y autonómicas de mayo de 2015 han dibujado un cuadro muy oscuro para la tauromaquia. Movimientos políticos de izquierda, con la colaboración, según los casos, de Ciudadanos y el PSOE, han puesto en marcha una efectiva estrategia contra la celebración y subvención a los festejos taurinos.

La campaña ha hecho mella en muchos ayuntamientos. La guinda a esta operación contra la tauromaquia la representa el PACMA (Partido Animalista contra el Maltrato Animal), que se convirtió en una de las sorpresas de las elecciones generales del pasado diciembre. Con sus 219.181 votos, fue el partido más votado sin representación parlamentaria. Y uno de los ejes de su programa es el fin de la tauromaquia.