José Antonio Hernández

Miembro del equipo de investigación, experto en temas de corrupción

Ese cáncer que corroe los cimientos políticos

De Luis Roldán (1994) a Luis Bárcenas (2009), la corrupción es una enfermedad crónica del sistema político español. Ninguna de las formaciones que ha tocado poder escapa a ella. El rosario es interminable, con casos tan sonados como Gürtel, Pujol, Juan Guerra, Rato o Fabra, entre otros.


Luis Bárcenas hace un gesto despectivo con el dedo en el aeropuerto de Barajas./LALO ÁLVAREZ
Luis Bárcenas hace un gesto despectivo con el dedo en el aeropuerto de Barajas./ LALO ÁLVAREZ

Casi todos los partidos han sucumbido en los últimos decenios a alguna fechoría. Pero en intensidad, reiteración y volumen de imputados, el PP se ha llevado todas las palmas, seguido del PSOE. Dos imágenes han sobresaltado (e indignado) a la ciudadanía en los últimos decenios. Sus protagonistas son dos luises, Roldán (exjefe de los 70.000 guardias civiles que había en España en los 90) y Bárcenas (exjefe de las finanzas del PP, y la sombra de la financiación ilegal y el enriquecimiento personal). La fuga del primero con varios miles de millones de las entonces pesetas (procedentes de comisiones por obras en cuarteles del instituto armado) sobrecogió a una España, entonces socialista, que huía del franquismo. Recordaba recientemente Ana Ferrer, hoy magistrada del Supremo y en 1994 instructora del caso Roldán, la impotencia que sintió ante la negativa de Singapur a bloquear la parte del botín (unos 1.500 millones de pesetas) que escondía allí.

El último daguerrotipo de la corrupción lo protagoniza el extesorero del PP, Luis Bárcenas, o el hallazgo en Suiza de cuentas secretas a su nombre en las que llegó a amasar 48 millones de euros. Los dos luises prendieron el ventilador de la suciedad cuando les pillaron con las manos en la masa (uno, con el reparto de fondos reservados del Ministerio del Interior entre altos cargos; y el otro, con las donaciones ilegales entregadas al PP por alguna de las grandes constructoras españolas). Parte del dinero oculto de Bárcenas procedía, supuestamente (siete años después aún no ha habido juicio), de la madre de todas las corrupciones: la trama Gürtel, que ha arrojado más de 200 imputados, flecos valencianos incluidos. La majestuosa boda de la hija del expresidente José María Aznar fue un desfile de involucrados en la red Gürtel (que patrocinó con luz y sonido parte del evento): desde Francisco Correa hasta El Bigotes, el “amiguito del alma” del expresidente de Valencia Francisco Camps, que dejó el cargo azotado por los trajes (no tres, sino 53).

Los dos luises prendieron
el ventilador de la suciedad
cuando les pillaron con las
manos en la masa

Y tras Gürtel llegó la Púnica, con otra estrella del PP que daba clases de ética en tertulias televisivas: Francisco Granados, exsuperconsejero de Esperanza Aguirre. Nunca imaginó Granados desde detrás de los barrotes que su socio y amigo David Marjaliza pactaría con Anticorrupción y lo dejaría a los pies de los caballos. Y tras la Púnica, Acuamed (malversación de caudales públicos en obras públicas); y tras Acuamed, los supuestos casos de financiación ilegal del PP en Madrid y en Valencia, cuando casi parecían olvidados los bolsos de Louis Vuitton que, por Navidad, le regalaba Alvarito, El Bigotes, a la exalcaldesa Rita Barberá. Y la cosa sigue, ahora con la sombra del expresidente de la Comunidad de Madrid Ignacio González levitando sobre el multimillonario Canal de Isabel II y los populares del País Vasco diciéndole al presidente en funciones, Mariano Rajoy, el jefe de todo, que están “hasta los cojo…” de escándalos.